Luisa GonzalezHistoria de la Cinemateca de la Universidad del Valle
Por Luisa González
Egresada de la Escuela de Comunicación Social*
Universidad del Valle
[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]CORRESPONSALES[/textmarker]
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La idea de este texto inició con el deseo de reunir testimonios clave que pudieran ayudar a construir una historia de la Cinemateca de la Universidad del Valle. Tras graduarme de la universidad como comunicadora social, me ofrecieron este empleo: dirigir la Cinemateca. Un trabajo que sonaba bastante grande principalmente por el eco que habia dejado su anterior director durante los años dorados en los que la Cinemateca surgió como un proyecto ambicioso y se estableció como un espacio que reunía a cientos de personas.

Cuando yo llegué la Cinemateca no era la de aquel entonces. Había perdido el gran Auditorio 5 – con capacidad para 650 personas y una de las pantallas más grandes de la ciudad- , así como una buena parte de su público, que se había ido desvaneciendo poco a poco. Rodrigo Vidal, su director, había renunciado luego de 18 años al mando del proyecto, tras una serie de disputas y demás asuntos laborales que se suman a la historia de esta Cinemateca – historia de la cual yo hago ahora parte -.

Poco a poco junto con Ramiro Arbeláez, Oscar Campo – profesores y cinéfilos – y algunos estudiantes, egresados y docentes de otras facultades, departamentos y escuelas de la Universidad, hemos ido dando forma a esta nueva Cinemateca. Una Cinemateca sin un espacio propio, pero que ronda por diferentes auditorios de menor tamaño e incluso llega a tener proyecciones al aire libre; una Cinemateca sin una programación de tres películas diarias, como funcionan la mayoría de espacios bajo este nombre, pero que procura reunir diferentes acercamientos al cine, que se acompañan de foros, publicaciones, directores invitados, alianzas con festivales y cineclubes, entre otros aspectos que la hacen de todas formas abarcadora. Otro cambio importante es que la Cinemateca ya no genera recursos. Antes, la entrada a las funciones de películas en cartelera tenían un valor de mil pesos, valor casi simbólico cuando se compara al de las salas de cine comerciales. De todas formas esto la llegó a hacer auto-sostenible, pero a su vez la hizo depender de las películas taquilleras que presentaban también los cines comerciales. La Cinemateca ahora programa de forma más libre, protegida legalmente como espacio académico ante las leyes de derechos de autor, y no como un espacio comercial. No obstante,  la auto-sostenibilidad sigue siendo un tema delicado que puede llegar a generar tensión ante los directivos de la Universidad. Un punto de discusión que a nivel de la planeación local y nacional pone a las artes muchas veces en aprietos.

Dejando el ahora, del que no hablará mucho este escrito, y regresando a la búsqueda de ese pasado que me llegó roto tras la renuncia de Rodrigo Vidal, empecé a indagar por un orden de entrevistados. Así fue como me acerqué primero a Ruby Grisales, licenciada en arte dramático de la Universidad del Valle, especialista en gerencia y gestión cultural y quien trabaja actualmente en la Oficina de Extensión de la Facultad de Artes Integradas, a la que yo también pertenezco. Ella trabaja para la Universidad desde 1989, y en 1992 hizo parte de la ahora inexistente Decanatura Asociada de Cultura; un fragmento de la universidad encargado de coordinar diversas labores artísticas y culturales en el campus, y del campus para la ciudad. Fue en aquella fantasmagórica decanatura que surgió la Cinemateca, de la cuál Ruby es quien resguarda en su memoria toda la historia de lo que fue el proyecto y de la puesta en acción del mismo.

Ruby Grisales: la Decanatura Asociada de Cultura era una dependencia autónoma en el sentido de lo financiero, es decir manejaba un presupuesto autónomamente, pero estaba inscrita a la rectoría de la universidad. En el año de 1992 su decano era el profesor Carlos Vásquez Sabasto – era un semiólogo, escritor, un literato, y ya hoy en día es un profesor jubilado -. Él presentó a la universidad la creación de la Decanatura Asociada de Cultura como la instancia que iba a empezar a proponer y a implementar la política cultural universitaria. En el marco de esa propuesta nació el proyecto de la Cinemateca. Inicialmente era un programa permanente que buscaba generar espacios para la convivencia y para la sana diversión de la comunidad universitaria de lunes a viernes, y que los sábados se abriría para otras comunidades aledañas a la universidad. Ese proyecto nace en realidad como una Cinemateca, pensando en que en ese año, en el 92, inicia, de cierta manera, el auge de nuevas tecnologías que estaban incursionando el país, y que el profesor Vásquez veía como una gran posibilidad, pero también como una gran amenaza. Aparecían en aquel entonces los “Blockbuster” para ofertar cine en video, y él pensaba que eso realmente lo que iba era a permear los espacios de la unión familiar, los espacios donde uno se podía ir ver una película con sus amigos, y consideraba también que la Cinemateca en el país estaba como en vía de extinción en ese momento. Entonces él y quienes estábamos construyendo el proyecto de la Cinemateca, nos propusimos que en lugar de pensar en chiquito, porque no pensar en una cinemateca con una pantalla super gigante y en un proyecto que articulara todo tipo de disciplinas de modo que la universidad sea de verdad un centro de cultura. Allí le propuso a Jaime Galarza Sanclemente, quien era el rector en ese momento, que la universidad fuera más allá de un centro académico, que fuera un centro de cultura. A Jaime Galarza le encanta la idea, él estaba en un proyecto de modernizar la universidad y también de proyectarla hacia la región – en ese entonces se venía todo el trabajo con las sedes regionales – y le pide a Carlos Vásquez que escriba un documento sobre lo que podría ser un sistema universitario de cultura que incluyera también las sedes regionales y que en eso uno de los programas bandera fuera la Cinemateca. Jaime Galarza propone que en el edificio del Ágora, al frente de ese letrero que dice Unicentro (1) se hiciera una construcción muy bella que fuera una especie de salón de eventos que fuera la Cinemateca, y fuera acompañado de toda una programación cultural con el Ágora.

Universidad del Valle / sede Cali
Lamentablemente este centro cultural que sería el edificio del “Ágora” no llegó a cumplir su cometido. Tampoco el proyecto de crear un corredor de la cultura que mirara hacia la calle, de modo que fuera “el rostro” de la Universidad se llegó a cumplir; no llegó siquiera a su construcción.

La Cinemateca nace, lo primero que logramos, y ahora seguía la consecución de equipos de cine en 35 y 16 milímetros. Y esa era otra de las ideas, que el lugar tuviera todo el mobiliario necesario para transmitir desde los orígenes del cine, que pudiéramos proyectar en 16 y 35mm y que en unos 10 o 20 años pudiéramos presentar también cine digital. Incluso tener aparatos para proyectar Super8. Se empieza también a hablar con Jaime Galarza de que ese proyecto de la Cinemateca tenía que estar articulado a una escuela de cine que fuera direccionada por los profesores del área de audiovisuales de la Escuela de Comunicación Social, para que la Cinemateca fuera una herramienta fundamental para esa área de estudios.

Yo estoy en ese momento como asistente del decano de cultura, y él, junto con el rector, me delegan que empiece a visitar salas de cine y que empiece a tener contacto directo con Falah Munir que era – y continúa actualmente siendo – el presidente de Cine Colombia. Yo hago mi gestión y empiezo a ver salas de cine en Cali y en Bogotá también, y resulta que en Cali en ese momento, estaban desmontando la sala del Cid y otros cinemas; estamos hablando de los años noventa, es decir que estaba un desmonte de las salas que habían marcado un hito en la cultura de Cali. La sala del teatro Bolívar, la del teatro Calima que estaba que sí y que no se cerraba. Entonces Ramiro Arbeláez, que era y es un asesor clave en estos temas de la cultura, particularmente del cine, dijo que había que mirar de esos equipos que iban a desechar qué servía y que más bien Cine Colombia los donara a la universidad en contraprestación de un certificado, que para ellos es muy útil porque les rebajan impuestos. Ahí nos mandan a dos ingenieros, me acuerdo tanto que uno era de apellido Cancelado, y él empieza a contarme cuáles son las máquinas que nos podían donar, su historia. Eran una máquinas Caleb, alemanas de 1945. (…)

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Hablando con Ramiro Arbeláez sobre la consecución de esta máquinas, me dice que realmente se deben a Álvaro Marmolejo, miembro prestante de la Asociación de Exhibicionistas del país y dueño del Teatro Sarmiento en Tuluá. Él fue, quien tras ser contactado por Arbeláez, convenció a Munir de donar las máquinas a la naciente Cinemateca del campus de Univalle Meléndez.

Fue a partir de ahí, con una maquinaria donada, que el proyecto no tenía vuelta atrás. Se empezó a buscar un espacio ya existente en el campus donde instalar la Cinemateca a partir de mediciones: una pantalla y una cabina donde cupieran los proyectores.

Ruby: (…) entonces viene uno de los profesores expertos en sonido aquí en Univalle, Sigifredo Rojas de la Escuela de Arquitectura, y él dice que hay que hacer todo un tratamiento acústico, después dice que no, que es mejor tumbar todo el auditorio y hacer uno nuevo con acústica, el caso es que la cinemateca empieza generar todo un nuevo movimiento en torno al auditorio cinco. Aparecen diferentes voces de humanidades y de la misma Facultad de Artes que estaba naciendo, y finalmente logramos montar ahí la cinemateca.

Se logra que la Universidad incluya en su planta de cargos un cargo de profesional para la Cinemateca y allí es donde aparecen diversos nombres, entre esos estaba Paula Trujillo que venía manejando lo del cineclub, estaba Jorge Navas, Sofía Suárez y estaba María Fernanda Arias; eran todos los chicos que habían estado trabajando conmigo en diferentes aspectos de la Cinemateca. Todos eran de comunicación social. Bueno, Paula Trujillo se retiró, y empezamos a ver estos perfiles de estos nuevos profesionales, estaban todos muy jovencitos, y cada uno tenía sueños, expectativas…Sofía quería irse a París, Jorge Navas quería irse a estudiar a Cuba, fueron muchas anécdotas, cada uno tenía una historia. Entonces salió la opción de pensar en alguien que había estado muy ligado a la Cinemateca de la Tertulia y que tenía una trayectoria muy importante dentro del cine caleño y aparece el nombre de Rodrigo Vidal, sugerido por Oscar Campo. Oscar sugiere a Rodrigo, le hacemos todas las entrevistas, todas las pruebas técnicas y Rodrigo cumple con los requisitos.

Aquí hay dos puntos sobre los que quiero ahondar. El primero es que de forma muy personal me gustó saber que el puesto de director de la Cinemateca se pensó para jóvenes recién egresados como yo y que ellos, igualmente, debieron decidir entre irse del país y profundizar en sus estudios en cine, o dirigir la naciente Cinemateca. Nuestras decisiones fueron distintas ya que ha diferencia de ellos yo vi – y veo – la Cinemateca como un lugar que es también de estudio; un lugar (trabajo) para aprender cada día más de cine y para construir ese aprendizaje de la mano del público y quienes programan ciclos. Y el otro punto sobre el que debo más que profundizar, es para corregir en tanto lo que Rodrigo Vidal había hecho antes de dirigir la Cinemateca de Univalle. Si bien no trabajó para la Cinemateca de la Tertulia, sí lo hizo dentro del legendario Cineclub de Cali del que hacía parte Andrés Caicedo, Luis Ospina y Ramiro Arbeláez, quien me detalló esta información. Así mismo me contó que como estudiante de la Escuela de Comunicación Social coordinó el Cine-U-Clu.

Rodrigo logra posicionar la Cinemateca no sólo a nivel local, sino regional y del país, esa fue una tarea que nunca le reconocimos, pero fue un trabajo supremamente importante. Genera una programación muy especializada, por ciclos, y genera también que la Cinemateca cumpla una programación permanente de tres veces al día: al medio día, a las 3:15pm y a las 6pm, de lunes a sábado. Y al final del semestre montó lo que se llamaron las maratones de cine. Desde seis de la tarde hasta seis de la mañana. Eso fue un fenómeno único, que para todos los que la recuerdan de esa época fue un espacio lindísimo, porque la gente llegaba desde las cinco de la tarde a hacer la cola y a las 10 de la noche no le cabía un alma a la cinemateca; eran más de 600 personas ahí metidas, con crispetas, con coca-cola, con café, con de todo, nada de vicio, e iban saliendo a las siete de la mañana de ver la última película. Entonces era una cosa de cinefilia, de amor por el cine impresionante y a nosotros nos empezó a replantear muchas cosas, en qué hacer mucho más allá de la programación, que hacer más allá de ver películas con la Cinemateca. Y Rodrigo empieza a ver la importancia de articular eso con directores de cine colombianos. Entonces propone empezar a traer directores que vengan y hablen con los muchachos. Se piensa también con Carlos Vásquez en ese primer semestre, que vamos a hacer una inauguración con todos los juguetes de la Cinemateca y traemos a Sergio Cabrera con La Estrategia del Caracol para hacer una apertura formal de la Cinemateca y hablar de qué es este proyecto en la Universidad del Valle. Se hace eso y fue muy bien recibido por los estudiantes y los profesores, y se le empezó así a abrir la puerta a directores – a ellos les encantaba venir –. Se estaban haciendo ya ciclos de cine con embajadas, se empieza a hacer el Eurocine en la universidad, entonces ya la universidad empieza a ser mirada por este tipo de programas de una manera muy seria, y con ello a demostrar que se estaba formando público. Y se empieza a traer públicos no del sur de Cali sino de toda la ciudad. Entonces la gente ya no quería ir a la Tertulia, sino que quería venir acá; eso nos da muy buen nombre en la ciudad y la Cinemateca empieza a hacer parte de toda la red de salas de cine que empezó a hacer Cine Colombia.

Carolina Vidal, egresada de la Escuela de Comunicación Social (1999 – 2005) me contaba también cómo vivió la Cinemateca de aquellos días cuando era estudiante:

Yo creo que la razón por la que terminé viendo tanto cine, yendo tanto a la Cinemateca, es porque siempre he vivido muy lejos, entonces siempre quería esperar a que se fuera el trancón de las seis de la tarde para volver a mi casa y lo que hacía era que me metía a teatro, me metía a cine; también siempre he sido vegetariana, y entonces no me servía almorzar en el comedor universitario, así que traía mi lonchera y era perfecto ir a ver cine y almorzar allá. Era el parche.

Revista Visaje / Cinemateca Univalle

(…) El recuerdo que yo tengo de la Cinemateca es eso lleno hasta más no poder, tanto que la gente se sentaba hasta abajo en las tablas; yo que era medio nerda y no me iba sino hasta el final de las clases porque tenía siempre algo que hablar con el profesor, llegaba medio tarde allá, me tocaba llegar por arriba, bajar todas las escaleras, y había tanta gente que tenías que llegar hasta el final y sentarte en las tablas porque no había más donde.

Luisa: Y eso era con cualquier tipo de cine? O sólo con la programación de cartelera?

Carolina: Eso con Cartelera, porque la cartelera era buenísima. O sea, era una cartelera que no tenía nada que envidiarle a Unicentro o a los otros cine; para mí era la mejor sala de cine de la ciudad, porque no necesitabas entrar a ningún centro comercial y porque el precio de la boleta de ese entonces nos permitía a los estudiantes de aquel entonces ver mucho cine. Yo me acuerdo que costaba mil quinientos, y yo, como estudiante estrato dos, entraba pagando mil, y a veces si uno no tenía billete, hasta por quinientos, o lo que vos tuvieras el “man” te dejaba entrar.

Luisa: Quien estaba en la entrada, Rodrigo?

Carolina: El gordo. Uno metía la mano en el bolsillo y le decía uy gordo, y él te decía “hágale”.

Rodrigo Vidal suponía ser un testimonio crucial en este texto, pero se negó rotundamente a hablar, a dejar un testimonio para esta publicación que parte de la iniciativa de un grupo de estudiantes de la Escuela de Comunicación Social y mía, en representación de la Cinemateca. Su partida fue algo abrupta para quienes la vimos desde afuera, aunque en cierta medida estuvo mediada ante los dieciocho años de trabajo arduo y lucha que a partir de ahora este texto comienza a narrar:

Ruby: Se había logrado un convenio con ellos – con Cine Colombia – del 50-50, de cobrar una boleta simbólica, pero que el 50% era para ellos y el 50% para la universidad, que fue buenísimo porque aquí la boleta costaba 500 pesos, entonces 250 era para ellos y 250 para nosotros.

Luisa: Cuánto costaba la entrada en una comercial?

Costaba 3.500 pesos y acá 500, y lo había aceptado Cine Colombia, entonces también estaba esa razón social, esa responsabilidad social de Cine Colombia con relación a la Universidad. Lo único era que no se podía divulgar en medios de comunicación. Era una cosa como interna porque, digamos que tenía el sello de una actividad didáctica, educativa, por eso hablo de que era como una cosa simbólica. Logramos ese acuerdo con Cine Colombia, como desde el 92… como diez años, hasta el 2002. Se pasa de eso a hacer parte ya de toda una estrategia nivel nacional con el cine y empieza a aparecer nuevas formas de que hay que pagar impuestos, la programación ya empieza a decaer, y también empieza a haber cambios de decanos… El primer cambio brusco, que considero que nos afectó enormemente, fue la crisis del 98 y del 99 en la Universidad, que fue una crisis financiera, que además tenía que ver con una crisis financiera del país y de Latinoamérica, era una crisis que afectó al mundo entero y nosotros no estábamos exentos de eso.

Cuando transcribía la entrevista de Ruby, vino inmediatamente a mi cabeza, con la fecha de 1998 y la crisis financiera, la caída del Cartel de Cali. Una crisis monumental azotaba a Cali. Todo el dinero, la ostentación, los edificios, las mansiones, los carros lujosos, la sobre valoración de los objetos, de los trabajos, se vino a pique. Le preguntaba a Oscar Campo sobre esto, si había alguna relación de esta histórica crisis de la Universidad, con la caída del Cartel de Cali:

Oscar Campo: Son las políticas económicas de la época de Samper . De generar gasto por encima de lo posible. Raspar la olla y que el siguiente en el poder arregle los desastres. Se hizo en todo el país. Además, el presidente no tenía autoridad moral, la ley no se cumplía, nadie la cumplía. Por eso viene el poder para los jueces que eran los que juzgaban. Algo similar pasó en la época de Uribe donde el ejecutivo no cumplía la ley, iba más allá, asesinaba y justificaba el asesinato. Eso genera una ola terrible de crímenes.

Ruby: Esa crisis del 99 afecta al tema de la cultura de la universidad a tal punto que lleva a replantear y reestructurar todo el tema de la Decanatura Asociada de Cultura, en sus nueve años que llevaba ya, y la cinemateca es trasladada, al desaparecer esa Decanatura, ya que había que quitar ese cargo de decano de cultura que era el que generaba gastos en la universidad, y como la cosa era de reestructuración y de ahorrar dinero, entonces obviamente todo ese tipo de cargos empiezan a desaparecer y por ende desaparece esa decanatura. En el 99 los que estábamos ahí nombrados somos re-ubicados para ser trasladados a la vicedecanatura de extensión de la FAI. Llegamos aquí a la FAI y el proyecto sigue normalmente, estaba Juliane Bambula de decana, pero empieza a disminuir el público porque ya no hay un dinero para sacar publicidad, para pegar los carteles, ya no hay la posibilidad de pagarle a un director de cine para que venga, y todas esas cosas van afectando por obvias razones.

A medida que pasa el tiempo van cambiando los formatos; aparece el cine digital, aparece cada vez con mayor auge la piratería del cine, empezás a conseguir películas muy baratas, y el mismo sistema se va encargando de abandonar estos espacios sagrados para ver el cine, como eran las salas para terminar en las salas de las casas. Nosotros seguimos insistiendo, insistimos e insistimos y logramos tener un número muy alto de asistentes a la Cinemateca en esa década del noventa. Del 2000 al 2010 más o menos. De pronto antes, 2008, 2009. Comparada esta cifra a las otras salas de cine de la ciudad

Luisa: las salas alternas?

No, las salas de cine multiplex y los centros comerciales. Y esto era por el costo de la boleta. Entonces el costo era 1000 pesos y en esas salas estaba a casi 4000 o 5000 pesos, y había una franja de programación que tenía que ver con el cine de cartelera. Entonces el trato que habíamos hecho con Cine Colombia se fue deteriorando. Es que es lógico, si están pasado Titanic acá a 1000 pesos, no van a ir los estudiantes al Unicali1 a pagar 5000, entonces es lógico que el acuerdo se empezó a caer.

Hablando hace unos días con Ramiro, me hacía notar – y me lo decía – que nunca se creyó en realidad en el proyecto de la Cinemateca. Que nunca hubo una inversión económica importante de parte de la universidad. Que lo único que se invirtió fue en silletería, ya que los equipos fueron donados y seguramente la pantalla, así como muchas otras cosas que el espacio tenía, se sacaban de la taquilla. Aquella programación de “Cartelera” que mencionaba Ruby, es lo que la hizo de cierta forma auto-sostenible, pero es lo que a mí, por ejemplo, me alejó de la Cinemateca que dirigía Rodrigo Vidal; yo prefería ir todas las tardes al archivo de la biblioteca y escoger un film para ver sentada frente a un televisor junto con otros tantos estudiantes tapándonos los oído con audífonos.

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La autosostenibilidad de la que tanto se nos habla en las instituciones de arte, es un aspecto que debe pensarse muy bien, de modo que no se altere la visión de hacia dónde se quiere ir y se termine cediendo más a la presión del lucro que al aporte cultural a las comunidades; la formación de públicos en cine, como es el caso de nuestro espacio. La pregunta es entonces sobre las responsabilidades del Estado y de instituciones departamentales como la Universidad del Valle con las diferentes entidades culturales que los integran, ya que no es posible que los valores de un espacio cultural se trastoquen por la carencia de apoyos económicos reales como el mantenimiento de sus plantas físicas, la promoción de sus programas y el apoyo a proyectos que catapulten su misión.

Ruby: (…) y empieza a haber el resquebrajamiento de la Cinemateca como proyecto en la universidad. Entonces a eso ya no le paran más bolas, ya el mismo rector dice: “ah! eso de estar firmando para pagar impuestos a mí eso no me suena…ya estamos cansados” Rodrigo también está cansado porque es como una lucha, pero tiene su población pendiente de su Cinemateca (…)

Y termina la Cinemateca reducida a nuevos espacios alternos de la universidad. El decano en ese momento, Hernán Toro, decide reintegrar el Auditorio 5 a la oficina de Registro Académico, y él toma la decisión de que la Cinemateca sea un espacio alterno en diferentes salas, y que si van dos o tres personas sean esas y no más, y no vamos a tener un auditorio subutilizado allá, entonces se descentraliza la Cinemateca. Hay una crisis claro, porque Rodrigo no acepta la propuesta. (…) Hay conflictos más de orden laboral, que conllevan a que Rodrigo renuncie, y que la cinemateca como proyecto pedagógico, como proyecto cultural y como proyecto de ciudad, como un espacio alternativo para la divulgación y el sano esparcimiento del cine y el video en la universidad, termine fragmentado en diferentes espacios que tendríamos que evaluar en dos o tres años si funciona o no funciona, porque es un nuevo proyecto que recoge de cierta manera algo de la experiencia y de los proyectos que habían, que eran por ejemplo tener una revista, tener un programa de cine, tener una programación permanente con la visita de expertos, de directores de cine, de cinéfilos, de críticos, que eso también en los últimos siete años se perdió. Entonces yo creo que todavía se mantiene el proyecto inicial de la cinemateca, como proyecto cultural de la ciudad, y pues es una tarea que poco a poco se ha ido recuperando.

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Luisa: ¿Sentís que la cinefilia cambió? ¿Sentís que viste un proceso de la cinemateca incluso ahora que ya trabajás?

Carolina: Mirá yo siento ahora tanto el hueco de la Cinemateca, que yo todo el tiempo me quejo. Voy así caminando a los medios días, a veces no quiero ir a hacer deporte, y agg marika y no hay nada que ir a ver en esta universidad, ni un toquecito de violín, ni una película, ni un documental, ni un ensayo de teatro, marik es una universidad llena de universos creando y no tenés como verlos, o sea los pequeños espacios donde realmente se podrían mostrar muchas cosas, se van acabando. Yo recuerdo muy especialmente de mis medios días como unos momentos muy chéveres, a veces era ir a estar allá con los amigos; yo muchas veces me puse de cita el: “oye, nos pillamos a medio día en la Cinemateca” y tin y llegabas y ahí estaba tu parche, porque mi parche era como de gente de biología y de otras carreras y uno se pillaba allá, y eso era precisamente lo chévere: que era una cosa tan masiva y tan idónea que podías encontrarte con un biólogo, con un sociólogo, vos de comunicador y estabas ahí parchado viendo tu película al medio día, comiendo, la gente compraba su sánduche del medio día y bien.

Luisa: Mirá que nosotros hemos programado ciclos a medio día y la gente dice que no, que a medio día quién va a ir, que tienen hambre… De pronto sí existe un cambio en la cinefilia y en las actividades.

Carolina: Como te digo eso era una vaina así – señala gigante abriendo ampliamente los brazos -, incluso tenían carteles gigantes, que yo no sé si eran originales o qué, porque a veces coincidían con las películas de Unicentro, y era una cosa masiva. A veces pasabas por la cinemateca y había fila afuera; entonces yo creo que eso también hacía que mucha gente de antes que dice ahora “ay no que pereza”, dijera “uy no, pero está tal película, mañana llevo lonchera o me compro tal cosa y veo tal película”. Yo creo que es eso, como eso cayó, y yo lo veo así, como que dejó de existir un poco esa Cinemateca como una cosa grande, bien posicionada en la U, y pasó a ser como una cosita ahí, como un perendengue adicional, pero en ese momento era un espacio cultural importante, entonces yo creo que eso mismo iba animando la cinefilia, y la gente ya sabía que podía ir pillar películas vacanas, y lo tenía en su mente. Ahora como uno ya no sabe muy bien, a veces es aquí, a veces es allá, en unos horarios raros… yo creo que mucha gente ante esa movilidad, dice: “agg”. En cambio antes era un lugar que era la Cinemateca y ahí estaba todo concentrado; yo creo que a la gente ahora le da mamera ponerse a voltear y a buscar, la gente sencillamente no lo hace, o como ya está el internet pues a full, entonces se ven lo que quieren y ya.

Ver lo que se quiera y ya. Ahora podemos ver casi todo lo que queramos. El internet y la piratería han sido para la mayoría de salas de cine la gran – enorme – competencia. Para las salas comerciales, quizás no tanto, ya que ellas, al estar al interior de centros comerciales, se ofrecen como un objeto más de consumo, rodeado de otros más y del ambiente de “seguridad” que los cinemas que daban a la calle perdieron. Las salas alternas no somos objeto de consumo, ya que en su gran mayoría somos gratuitas y se accede a ellas dentro de circuitos culturales como bibliotecas, universidades, museos, y demás espacios alejados del centro comercial, su consumismo y su seguridad. Pero, cuál es entonces la razón para que vengan a ver nuestra propuesta de programación de cine?

Al hablar con Carolina, puedo desanimarme un poco sobre cómo funciona ahora la Cinemateca, o más bien al pensar sobre la visión que pueden tener los demás de ella; pero cuando piensas en algunos rostros tras esas películas que esas personas no hubieran escogido por sí solas, y sólo acceden a ellas porque visitan tu espacio, porque se interesan en tu programación, sientes que vale la pena lo que como sala alterna se hace.

Las salas alternas de cine debemos re-evaluar algunos de los adjetivos que antes tenían sentido para los espacios dedicados a la proyección de cine, tales como la “masividad” y continuar la búsqueda por una auto-sostenibilidad sana, acorde a la formación de públicos más críticos, con herramientas de análisis frente a un mundo cada vez más audiovisual.

Así termina esta historia de la Cinemateca de la Universidad del Valle de aquel entonces cuando era la única opción de ver cine para muchos. Sin desfallecer las salas alternas de cine se deben ir transformando y haciéndose acordes a sus épocas, tanto tecnológicamente – lo cual sería un ideal – como en su carácter de alternatividad y formación de miradas y saberes sobre la gran diversidad del mundo audiovisual, el lenguaje de nuestros tiempos.

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Luisa Gonzalez 
Directora de la Cinemateca de la Universidad del Valle y coordinadora del proyecto Revista Visaje. Mi trabajo personal en el cine, el arte y la escritura es motivado y referido a los conflictos personales, a la mirada del yo en contextos que mi propia vida va afrontando. http://lacamaracasera.blogspot.com/

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1   Centro Comercial enfrente del campus de la sede Meléndez de la Universidad del Valle.  

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