Ese soy yo
Por Catalina Ballesteros
[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]ENSAYO[/textmarker]
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‘’Érase una vez, en los tiempos lejanos, la gente vivía de una manera muy distinta a la de hoy. Si era mejor o peor, nadie puede decirlo. Pero todo cambio el día en que el hombre por primera vez vió su propio reflejo. ’’
Svyato – Victor Kossakovsky
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Una olla, un cuchillo, una jarra, una mazorca y un plato plásticos están dispuestos en el suelo del pasillo. Svyato se sirve una y otra vez, come una y otra vez y le ofrece comida a la figura de Papá Noel pegada a la pared. Corre a saltos; a la velocidad que sus no muy grandes pies le permiten. El niño, que ronda los 3 años, juega a cocinar, a comer, a que bebe algo y lo deja. Luego, va por un recogedor y una escoba y juega a barrer. Hasta este punto, Svyato, el documental del director ruso Victor Kossakovsky, cuyo protagonista es su propio hijo, parece ser ideal para ser visto por él mismo en el sillón de su casa en una tarde de recuerdos familiares. Minutos después, cuando su hijo encuentra el espejo al final del pasillo, nos damos cuenta de qué quiere hablarnos Kossakovsky: El primer encuentro de su hijo con la imagen de sí mismo, por medio de la filmación no del niño, si no de un espejo que lo refleja.
La primera vez que Svyato (de Svyatoslav) se acerca a sí, lo hace llevando consigo sus juguetes para mostrarlos a su reflejo y mostrarle(se) también, su propio juego de barrer. El niño se acerca al espejo y lo golpea, al mismo tiempo que juega. Es mediante el uso de su cuerpo que se acerca a sí mismo, y se reconoce. Dado que aun no logra expresarse mayoritariamente en palabras, su cuerpo es su primer discurso, el primer vehículo de su montaje humano (LEGENDRE, 2008). Svyato se desespera y se emociona, quiere (y lo logra) interactuar con su otro yo, se obsesiona por ver sus actividades, por ver como se ven, y para esto emplea su cuerpo; lo usa como el espacio teatral mediante el cual reconstruye situaciones comunes a su entorno (como barrer y comer) que a su vez, reconstruye para sí mismo, para verse imitado por el espejo. Se forma entonces, una espiral de mimesis, donde la experiencia del conocimiento del mundo se erige cuando logra identificar y conocer la aparente razón de actividades de su cotidianidad, las cuales hacen parte de su vida y son performatizadas frente al espejo en la observación de su propio cuerpo en juego.
Según Pierre Legendre el montaje del ser humano esta dado por tres dimensiones; su apropiación lingüística, la elaboración de su identidad, y por último, la constitución psicosomática (la relación cuerpo – psique). En la instancia de apropiación lingüística, el ser humano establece un lazo entre lo que en la semiolinguística conocemos como significado y significante, es decir entre el concepto del objeto y la representación del objeto (la palabra escrita o dicha). Este lazo sería un dador de sentido en la medida que relaciona al hombre con lo que lo rodea y le permite enunciarlo. Esto es lo que el mismo Legendre llamaría la dimensión del como sí – dimensión de la ficción: cuando decimos planta, la planta no aparece frente a nosotros, pero el lazo permite que (al menos en hablantes de un mismo idioma) se piense en ella, en el concepto de planta. La relación consigo mismo, y con el mundo está mediada por la palabra; la realidad no existe en tanto no es enunciada. Pero no todo se queda en la dimensión lingüística, continua Legendre, no sólo la palabra escrita o hablada da cuenta del lenguaje, si no también la música, la danza, y el cuerpo, el cual pertenece a la lógica de representación en la medida que da cuenta de estados, sentimientos, emociones del ser humano en relación a su entorno.
Me atrevería a decir, que es de esta forma como el juego de Svyato frente al espejo, mediante su cuerpo (a falta del uso de la palabra) constituye su dimensión del como sí: el mundo para él pasa por la pantalla del juego (a falta de mayor maestría en el uso la palabra), de la acción dinámica que es resultado de su psique y su cuerpo. El juego funciona como lazo entre el espejo y el niño: lo que hago yo, lo hace él. Y es justo en este punto donde entra otro aspecto fundamental del análisis, el montaje de la identidad (Ídem). ¿Cómo ha descubierto Svyato que quién está en el espejo es él? Aparte de la recién mencionada mimesis de la acción, la confirmación a través del movimiento simultáneo, ¿Qué podría sentir? Por los golpes constantes en el vidrio pareciera que anhelara sacar a su otro yo de una especie de encierro, otras veces su propia imagen le sirve para divertirse, otras veces se saluda a sí mismo.
Diría entonces Legendre: «Esta imagen es la primera figura de alteridad: el otro de sí que es uno mismo’’ ligada al sujeto por un lazo dogmático. Este lazo que une al sujeto con su imagen, al igual que el lingüístico, le genera conciencia de su relación de alteridad con el mundo, al mismo tiempo que construye la identidad de sí (¿Lacan?). Pero, ¿cómo construyen los ciegos su identidad entonces? No podríamos describir con exactitud la experiencia del hijo del director, pero podemos sentir la conmoción, la mezcla de reacciones que le provoca el verse por primera vez en un espejo. Sabe que su imagen esta dividida, desgarrada (ídem), se toca pero no se toca a sí mismo mediante el espejo.
En los últimos minutos del filme, los mas impactantes, en mi opinión, el niño logra tener un reconocimiento de si más alejado de la excitación y confusión. Kossakovsky sale ante la cámara, se posa junto a él y le pregunta a Svyato donde está, éste mira el espejo y señala su otro yo. Sabe que Svyato también es él, el del reflejo.
¿Te gusta como te ves?
Sí. ( El padre se alegra) Ese soy yo.
Después, parece peinar sus cabellos frente al espejo y se mira a si mismo con detenimiento, en una etapa que ya no consiste en interactuar consigo por medio del juego y del tacto con su doble, si no en presentarse a sí mismo mediante la exploración de su aspecto. Kossakovsky, respecto al filme, dice lo siguiente:
«Un bebé puede estar rodeado por el amor; sus padres pueden jugar con el y enseñarle cosas, pero nadie puede ayudarlo con una de las preguntas mas importantes: ¿Quién soy yo? Con esta pregunta, estas solo. Puedes leer muchos libros sobre el amor o sobre Dios, pero al final, tu eres el único que puede responder esa pregunta, existan ellos, o no.’’
¿Será este el inicio de los cuestionamientos de Svyatoslav sobre sí y su razón de ser? Legendre, citando a Platón, asegura que son este tipo de preguntas las que nos convierten a los humanos en animales políticos, es decir, el animal del por qué, el animal de la razón, lo cual nos aleja del resto de los animales. Aunque Miguel de Unamuno, mucho después de Platón, considera que más veces le ha parecido ver a un gato razonar, que no reír o llorar; el humano es, además de racional, afectivo y sentimental. No creo que Unamuno crea, realmente, que el gato razona (y pueda preguntarse por sí mismo), su interés, va por el lado de demostrar, que las expresiones de ira, desespero, alegría, el llanto y la calma de Svyato (para anclarlo a este análisis), también hacen parte de su lógica de la representación hacia el mundo y hacia sí mismo.
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Bibliografía
LENGENDRE, Pierre.
Lo que Occidente no ve de Occidente, Conferencias en Japón – Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 2008.
UNAMUNO, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida – Ed. Bruguera.