Memoria, tiempo y olvido:
elementos transversales en la construcción de identidad
Por Aura Camila Lema Tasamá
Marcela Tello Sánchez
Daniela Isabel Ramírez Rojas
Estudiantes de la Escuela de Comunicación Social
Universidad del Valle
[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]ENSAYO[/textmarker]
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Introducción
A partir de la interpretación realizada a cuatro obras del artista Oscar Muñoz, encontramos una relación temática y simbólica entre los conceptos de memoria, tiempo y olvido, como elementos transversales en la construcción de identidad individual. Este artículo presenta entonces los resultados de dicho análisis.
Los principales elementos teóricos que hallamos durante el desarrollo de la práctica hermenéutica se presentan al inicio del artículo junto con elementos conceptuales que otros autores han desarrollado y que nosotras emplearemos en el análisis. Este centra su interés en las relaciones simbólicas que la obra de Muñoz (1) establece con la construcción de identidad individual a través de las alteraciones producidas por el paso del tiempo en la memoria y con el devenir del olvido.
El texto indica además el corpus estudiado de manera que evidencia las relaciones entre éste con los conceptos teóricos y los diferentes recursos técnicos empleados en la obra; estos últimos como expresiones que permiten ratificar la fuerza simbólica que colma cada detalle del trabajo de Muñoz, y que finalmente nos conducen a la reafirmación de nuestro planteamiento frente a la construcción de identidad.
El artículo propone descubrir en la obra de Muñoz respuestas sobre la fragmentación y/o transformación identitaria a través del tiempo y la transversalidad que en ella ejercen la memoria y el olvido. Por último se presentan algunas conclusiones sobre la interpretación realizada a las obras.
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1. Sobre la noción de identidad individual
Para Stuart Hall la identificación es un estado en construcción nunca terminado, siempre en proceso, porque a lo largo de dicha construcción y reconocimiento se pueden adquirir o perder aspectos de una identidad en producción (Hall, 2004: 16). Además, la fragmentación de la identidad en muchos “yos” va de la mano con los discursos que atraviesan al individuo; es decir, la enunciación que construye cada persona de sí y/o la que construyen los demás depende de la posición enunciativa específica en la que el individuo se construye; lo que no es otra cosa que introducir el discurso como parte de la representación del sujeto. De ahí que la fragmentación del yo sea subjetiva y por lo tanto su construcción a partir del discurso también lo sea.
Pese a las múltiples fragmentaciones identitarias que puede experimentar un individuo, éste sigue teniendo, desde nuestra interpretación, una pretensión de continuidad identitaria que se mantiene a pesar de las situaciones en las que se encuentre. En este sentido para la reafirmación del yo es importante la figura del otro, porque al ser consciente de las diferencias que los separan, el individuo logra confirmar lo que cree que es. A medida que reconoce lo que su alter es, se reconoce a sí mismo por lo que no es.
El individuo, aunque sea uno en apariencia, constantemente se trasforma. Sin embargo, estos cambios no son definitivos pues el sujeto siempre está en movimiento. Tal multiplicidad de “personalidades” se adapta y transforma al espacio y/o entorno donde el individuo se encuentra. El movimiento que se presenta del yo a los distintos yos, va más allá de lo corporal dado que remite a los cambios que el sujeto experimenta con el transcurso del tiempo, un tiempo que no es sólo el que marca el reloj, sino que está determinado por las subjetividades de los individuos –entendidas como las percepciones temporales que el sujeto experimenta según el contexto en que se encuentre– frente a las vivencias cotidianas.
Así pues el interés del artículo radica en exponer la variedad de cuestionamientos que la obra de Muñoz despierta frente a la construcción de identidad y la percepción individual de sí a partir de aspectos de la técnica desarrollada por el artista.
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2. Sobre la noción de tiempo
Para Elliott Jaques la percepción del tiempo es única para cada persona. En su libro La forma del tiempo plantea que “No hay dos hombres que viviendo al mismo tiempo, vivan en el mismo tiempo” (Jaques, 1984: 25), lo que evidencia que el problema del paso del tiempo radica en la diferencia tangencial entre la percepción humana y el tiempo marcado por el reloj. En la primera, la percepción de presente, pasado y futuro varía según el individuo; es decir, cada uno de los que vive simultáneamente tiene su propia perspectiva del tiempo porque, según afirma Jaques, así como cada uno se diferencia por su aspecto físico o sus impresiones digitales, así mismo vive su propio tiempo (Jaques, 1984: 25). Por otro lado, el tiempo del reloj es el mismo para todos, no otorga excepciones ni permite diferencias. Marca cada segundo, minuto y hora por igual.
Por el contrario, la tesis de San Agustín acerca de la inmediatez del tiempo reafirma el hecho de considerarlo exclusivo de la mente: “Ni el futuro ni el pasado existen y […] no es rigurosamente correcto afirmar que existen tres tiempos: un presente de cosas pasadas, un presente de cosas presentes y un presente de cosas futuras. Esos tiempos existen en la mente, pero que yo alcance a saberlo, en ninguna otra parte” (Jaques, 1984: 27). San Agustín sólo admite la existencia de los tres tiempos como un proceso mental que cumple tres funciones: relacionar el pasado con la memoria, el presente con la percepción directa y el futuro con la expectativa. Esta concepción de tiempo es la que se va a tratar durante el artículo dado que otorga la posibilidad de construir memoria y olvido.
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3. Sobre la noción de memoria
Para desarrollar el concepto de memoria se aborda como referente a Paul Ricoeur, quien en su libro La memoria, la historia, el olvido plantea el abordaje de la memoria como único medio para relacionarse con el pasado, permitiendo que los individuos establezcan relaciones entre el presente de cosas presentes y el presente de cosas pasadas. En este sentido, la rememoración es introducida como un proceso mental en el que imaginación y memoria se diferencian a la vez que se ponen en tensión, con lo que se corre el riesgo de que los recuerdos se confundan con la imaginación.
Por el contrario, la memoria remite hacia la realidad anterior dado que la anterioridad constituye la manera temporal por excelencia de la ‘cosa recordada’, de lo ‘recordado’ en cuanto tal’ (Ricoeur, 2000: 22). Sólo rememoramos cuando al hacerlo traemos imágenes que generan recuerdos. Para crear historia el único referente es la memoria, aunque ésta se exponga al olvido.
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4. Sobre la noción de olvido
Por su parte la relación memoria-olvido es indispensable y recurrente en la vida humana, a pesar de que se ha considerado el olvido como una amenaza para la memoria y la historia. El individuo constantemente rememora hechos que su mente ha seleccionado, pone en uso la memoria selectiva que consiste en recordar lo que le interesa al individuo. La “huella”, como denomina Ricoeur a las marcas psicológicas que activan la memoria selectiva, es una de las perspectivas desde donde se interpreta el olvido. Para recordar, según Ricoeur, existen tres tipos de huellas: la huella escrita, la huella documental/ psíquica, y la huella cerebral/cortical. El olvido se genera en las huellas psíquicas y corticales, ya que estas nociones en el pensamiento del individuo son las más susceptibles de verse afectadas por motivos externos que pueden eliminar por completo la huella o guardarla (Ricoeur, 2000: 534).
Así, pues, Ricoeur expone dos tipos de olvido que afectan las huellas: el olvido profundo, dado por la supresión de huellas, y el olvido de reserva que difiere del anterior porque “es a este tesoro de olvido a donde recurro cuando me viene el placer de acordarme de lo que una vez vi, oí, sentí, aprendí, conseguí” (Ricoeur, 2000: 535). Es decir, es un olvido-rememoración consciente, por decisión del individuo, un olvido reversible, “incluso hacia la idea de inolvidable es el olvido de reserva” (Ricoeur, 2000: 535). Es esta última descripción del olvido la que va a desarrollarse a lo largo del texto.
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5. Conceptualización del autor y presentación del Corpus
Para la escritura de este texto se decidió trabajar con cuatro obras de Oscar Muñoz, artista payanés radicado en Cali hace más de treinta años. La elección se debió principalmente al patrón técnico de disolvencia-permanencia que las obras presentan, debido a que la observación de ellas conduce a pensar la interacción con el tiempo, la memoria y el olvido en relación con la construcción de identidad. El corpus se inscribe en el marco de Protografías, exposición en la que el artista recopila su trabajo de los últimos cuarenta años:
- Narcisos (2001-2002)
- Proyecto para un memorial (2004-2005)
- Línea del destino (2006)
- Biografías (2002)
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El criterio de selección del corpus lo determinó, en principio, el reconocimiento de la alteración del tiempo, donde la reiteración de movimientos cíclicos, la aceleración o desaceleración, la repetición y el congelamiento de la imagen en la proyección de las obras dirigen la mirada hacia la imagen que adquiere protagonismo; además, el uso del rostro como elemento artístico nos remite a cuestionarnos la construcción y reafirmación de la identidad individual. Y, finalmente, el uso de elementos relacionados con parámetros técnicos de la obra -agua, luz y calor- evidencian el simbolismo que cargan las obras de Muñoz; simbolismo relacionado directamente con los conceptos teóricos expuestos más atrás.
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6. Frente a la obra de Muñoz
La representación de los procesos de construcción de memoria presente en la obra de Muñoz se articula inicialmente desde la cuestión del olvido, dado que las obras presentan una pugna constante entre la desaparición de la imagen y su mantenimiento. Esta situación se refleja en la puesta en escena de las proyecciones, pues es ahí donde se moviliza al espectador a cuestionarse sobre la duración de la existencia propia y de los demás, y de la fragilidad de ésta frente al paso del tiempo (2).
En Línea del destino, video instalación que muestra el rostro del artista reflejado sobre una porción de agua recogida en su mano izquierda, se observa que con el transcurso del tiempo el agua se escurre entre sus dedos y el reflejo desaparece progresivamente. La cuestión del olvido como un ente que avanza y a veces retrocede durante la existencia humana pone en evidencia la fragilidad de la memoria ante el paso irreversible del tiempo. El escurrir del agua entre los dedos se refiere además a la pérdida de la huella, la cual cuestiona la confiabilidad de la memoria para construir no sólo historia, sino también identidad.
La construcción de identidad se manifiesta en el uso del rostro del artista, que como reflejo en el agua va desapareciendo en la medida que su imagen se va. No se trata de que la obra afirme la pérdida de la identidad; antes al contrario, logra metafóricamente plantear el constante movimiento de ésta –sus fragmentaciones y su inestabilidad– a partir de las circunstancias que la determinan en el transcurso del tiempo.
El uso del rostro y su reflejo sobre el agua ratifica el concepto de identidad y el esfuerzo por la reafirmación del yo. La disolvencia de la imagen a partir de la desaparición del agua entre los dedos del artista nos remite al transcurso del tiempo como factor fundamental para la construcción de identidad. Además como signo del paso del tiempo, la distorsión de la imagen a medida que desaparece lleva a la identificación de los “yos” en los que se ha fragmentado el individuo. La disolvencia entonces tiene que ver con el olvido, pues la imagen desaparece de la proyección.
Las fragmentaciones del yo se movilizan a medida que la imagen se distorsiona con la filtración del agua. Pese a que la identidad no es rígida y siempre está en proceso de enriquecimiento y transformación, pretensión de una continuidad identitaria se mantiene constante aun después de que las imágenes fragmentarias hayan desaparecido. Es ahí donde opera la memoria. Ésta misma situación se repite en Narcisos y Biografías.
En la primera se presenta un autorretrato del artista dibujado con tinta sobre un lavamanos. A medida que el agua del grifo gotea sobre la imagen, ésta poco a poco se distorsiona hasta finalmente quedar ilegible, reducida apenas a un manchón de tinta alrededor del sifón. El goteo constante sobre la imagen se puede traducir en la construcción del yo a través del paso del tiempo en la medida que las circunstancias rodean al individuo. Éstas a su vez marcan huellas que condicionan los yos del sujeto, lo que finalmente configura su identidad a partir de las fragmentaciones del yo sufridas en el tiempo.
En Biografías sucede algo similar. Es una video instalación proyectada sobre superficies cuadradas que tienen en el centro un sifón, de manera que simulan un desagüe. Rostros que el artista escogió de obituarios y pintó con tinta se proyectan sobre las superficies. La imagen inicialmente flota en el agua, pero a medida que ésta simula vaciarse por el sifón los rostros se deforman hasta desaparecer. Al rebobinar la grabación, los rostros van reapareciendo. La identidad aquí se halla sujeta a la deformación de los rostros con el paso del tiempo, y el simbolismo de que éstos se vayan por el desagüe apunta de forma directa a la re-invención constante del yo en la que el sujeto se encuentra dependiendo del momento (tiempo) que esté viviendo.
Por otra parte las cualidades del vídeo como adelantar y devolver la imagen, conducen al espectador hacia la memoria y el olvido. Olvido en tanto la imagen, es decir la huella, finalmente desaparece y rememoración en el sentido de que se recupera una imagen luego de su desaparición. Esa necesidad de no olvidar, de no dejar atrás, se consolida en la proyección cuando la imagen disuelta aparece de nuevo. Otra vez se encuentra el agua como elemento esencial en la obra. La relación de este elemento con el tiempo, como se ha explicado, tiene que ver con el paso de la vida y los recuerdos que ayudan a construir la identidad del ser.
La distorsión de la imagen antes de desaparecer por completo, se interpreta como los instantes últimos de la memoria, dado que la lucha del ser sigue siendo por la reafirmación de sí como individuo y su reconocimiento por parte del colectivo al que está integrado; sin embargo, el olvido definitivo se encuentra latente pues es aquel del que no queda huella.
En Proyecto para un memorial el artista intenta definir la fisionomía de cinco rostros sobre una losa de cemento que recibe el sol. En ésta dibuja con agua y pincel los cinco rostros, pero a medida que realiza uno, los otros cuatro se secan por el sol, de suerte que el artista los retoma uno a uno, luchando por impedir que desaparezcan por completo. Los retratos como tal no son la pieza, pues estos finalmente desaparecieron, es la vídeo instalación que proyecta la realización de Muñoz lo que constituye la obra.
La necesidad del artista por mantener la imagen de los rostros que dibuja sobre la losa, se asemeja al trabajo inconsciente de los individuos por luchar contra el olvido. Dicha lucha consiste en repasar constantemente las huellas –en el sentido propuesto por Ricoeur– que cada sujeto tiene para de esta manera re afirmar la construcción que el individuo ha hecho de sí. Un ritual de afirmación del sujeto que a su vez le permite recalcar las diferencias de su alter. El otro con sus diferencias confirma lo que es en cada momento el individuo.
Por su parte el calor como recurso técnico también se inscribe en la categoría del olvido, pues la evaporación del agua se relaciona metafóricamente con la “evaporación” de los recuerdos y si esto sucede se corre el riesgo de perder información que reafirme la existencia del yo, de su identidad. Es por esto que la repetición que hace el artista para evitar que la imagen desaparezca, representa una reconfiguración de las fragmentaciones del yo, como si el individuo a partir de todos sus yos estuviera reconstruyendo y reafirmando su identidad.
En definitiva, la reiteración del empleo del agua en las obras de Muñoz invita al espectador a cuestiones interpretativas sobre la metáfora del paso del tiempo, cuya relación finalmente converge en las palabras de Heráclito cuando afirma que “en los mismos ríos (dos veces) entramos y no entramos, estamos y no estamos” (Heráclito,:24). Es decir que el individuo no es el mismo siempre, y así como el agua se trasforma también lo hacen las personas, tanto en lo corporal como en lo espiritual. Además, con base en la teoría del tiempo de San Agustín, se afirma que las percepciones temporales son únicas para cada individuo, lo que a su vez conduce a la mirada interior: “cuando alguien se acuerda de algo, se acuerda de sí” (Ricoeur, 2000: 18)
La identidad no es estática y esta característica es la que la relaciona con la metáfora del agua: su fluidez constante se asemeja a los cambios que sufre la identidad individual dependiendo de las circunstancias que la construyen. La elaboración de la identidad, como se ha dicho anteriormente, está en constante movimiento y con el paso del tiempo las perspectivas y expectativas del ser cambian.
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8. A modo de conclusión
Desde la perspectiva que brinda el análisis de la obra de Oscar Muñoz es posible confirmar cómo ésta lleva al espectador a ser consciente de sí mismo y de los demás sobre la construcción y búsqueda constante de identidad. Es posible afirmar que el proceso llevado a cabo en esta construcción, la cual cambia a través de la historicidad (tiempo) es un asunto reiterativo de constante afirmación y reconocimiento.
El trabajo de Muñoz pone en evidencia la lucha de los individuos por permanecer tanto en su memoria como en la de sus pares, por reconocerse, por perdurar en el tiempo, por construirse a partir de los cambios que sufre en el mismo y por contemplar la existencia de los yos que se han formado desde sus fragmentaciones.
De igual manera, la transversalidad de los conceptos mencionados en la construcción de identidad y la interacción de los conceptos con los elementos técnicos, representan una metáfora de la forma en la que los sujetos viven en permanente afirmación de la imagen de sí.
Las obras de Muñoz son un movilizador en la conciencia sobre la identidad a partir de la representación y el reconocimiento desde el otro, la alteridad. Se afirma al yo del espectador, quien se reconoce por lo que es y no es a partir de la observación de las obras de Oscar Muñoz. Éstas a su vez llevan a pensar en lo que cada quien construye de sí, en lo que los otros construyen de cada sujeto y cómo este proceso entre el paso del tiempo marcado por el reloj y la concepción del tiempo descrita por San Agustín se configuran en la memoria y se pierden en el olvido.
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Bibliografía
Hall, S. (2003). Cuestiones de identidad cultural. Buenos Aires: Amorrortu.
Jaques, E. (1984). La forma del tiempo. Barcelona: Paidos.
Ricoeur, P. (2003). La memoria, la historia y el olvido. Buenos Aires: Fondo de cultura económica de Argentina S.A.
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1 Entiéndase que la referencia a la obra de Oscar Muñoz se limita, en este caso particular, a la selección previa de las cuatro obras que conforman el corpus. 2 Para efectos de claridad en las nociones de tiempo, se empleara la palabra de la siguiente manera: tiempo se refiere a la concepción planteada por San Agustín; y tiempo se refiere al tiempo marcado por el reloj.