Parábola del Retorno: el camino perdido a casa
Por Carlos Rodríguez Aristizábal
Egresado de la Universidad Del Valle
[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]RESEÑA[/textmarker]
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I.
Parábola del Retorno (2017), la película más reciente de Juan Soto, se sitúa en el momento de un posible fin del conflicto con las FARC. Wilson Mario Taborda decide volver a Colombia para reencontrarse con su familia para quien lleva desaparecido más de treinta años. Con este viaje termina su exilio en Londres, donde llegó huyendo del exterminio de más de 3500 militantes y simpatizantes del partido político Unión Patriótica (UP); entre ellos Bernando Jaramillo Ossa, candidato presidencial para quien Wilson Mario trabajaba como chofer.
Con esta película Soto parece completar una trilogía, con 19º Sur 65º Oeste (2010) y La Gran Cicatriz (2011), en la que insistentemente se sumerge en el modo en que a una familia, se intuye que la suya, le ha afectado el conflicto colombiano y en particular la desaparición de Wilson Mario, un familiar cercano y una cifra más del genocidio de la UP, perpetrado por paramilitares y agentes oficiales, y por el cual el presidente Santos ha reconocido la responsabilidad del Estado. Esta narración en primera persona se sitúa problemáticamente en el terreno de lo que genéricamente llamamos documental; o en la no-ficción, término tan amplio que delimita poco; o en el ensayo cinematográfico, espacio que habita con más comodidad. En cualquier caso, con la etiqueta que a bien tengamos ponerle, es viejo el consenso en que todos ellos son construcciones y que los artificios de la ficción, del relato, son la base sobre la que descansan esas producciones cuando adoptan una forma narrativa. Ficciones con características que las diferencian de las otras, de las que son pura invención –que tampoco lo son del todo-, pero ficciones al fin y al cabo; como lo son los relatos históricos a su manera. Y esto, en el caso de la película de Soto, es algo importante para reclamar su inscripción en ese territorio nombrado de tantas formas: no el de las películas que hablan de la realidad, sino de las películas que toman su material de la realidad, llámense documental, no-ficción o ensayo.
Parábola del Retorno es también la historia de un hombre que estrena una cámara de video, con la que quiere documentar su viaje: “Lo diferente que se ve esto a través de la cámara, imposible saber qué es” reza el texto sobreimpreso en la primera escena de la película, mientras el zoom digital de la cámara lleva hasta la abstracción la imagen de unas flores, advirtiéndonos de entrada la distancia entre eso que está frente a la cámara y el modo en que la cámara, y quien está detrás, lo representa y lo construye para nosotros los espectadores. Es la primera pista para entrar en los códigos de este relato autobiográfico, donde lo fantasmal es real.
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II.
Con el fin del conflicto con las FARC empieza, o continúa de una manera nueva, la lucha por imponer un «relato objetivo histórico» sobre lo que hemos vivido. Pero también se abren las puertas para la emergencia de las subjetividades, para que se escuchen esos “yo” que tanta falta hacen en la construcción de un relato más complejo y polifónico de lo que nos ha pasado. Y cómo ha pasado en la casa de cada uno.
En Chile y Argentina, escribe Alvaro Serje Tuirán (2013) la mirada subjetiva sobre lo que ocurrió en sus dictaduras llegó al cine de la mano de los hijos de las víctimas. Era necesario, según Serje, que el capítulo estuviera cerrado y pasara una generación para que pudieran emerger esos relatos, lo que podría explicar que en Colombia aún no haya una producción importante de películas con una mirada subjetiva sobre el conflicto armado.
En el documental Memoria de los silenciados: El Baile Rojo (2003), Yezid Campos elabora un necesario y urgente relato en el que demuestra lo que tuvo de sistemático y orquestado el genocidio de la UP. Un documental de corte investigativo, que da cuenta de las causas, modos de proceder, las víctimas y los victimarios de ese exterminio. Un relato que construye, desde el lado de las víctimas, una verdad de tipo histórico, jurídico y político.
Soto, por el contrario, renuncia a una mirada totalizante que explique el conflicto colombiano en el que se inscriben. Renuncia a mirar la totalidad del bosque y prefiere detallar la textura de los árboles que se lo impiden: los efectos que en la familia de Wilson Mario ha tenido su desaparición; y el exilio de un tío suyo, protagonista en primera línea de la guerra en Colombia. Trabajos profundamente políticos pero que no intentan construir una verdad jurídica ni histórica.
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III.
En Parábola del Retorno somos testigos del regreso de un fantasma, el de uno de los miles de desaparecidos colombianos. Después de las flores del inicio, de esas flores que el zoom del lente convierte en otra cosa, la película nos deja ser testigos de Wilson Mario mirando a través de su nueva cámara. Imágenes en el metro londinense, en el tren, en los pasillos del aeropuerto. Imágenes temblorosas, amateurs, en las que vemos niños, transeúntes, viajeros; un registro aficionado, en principio anodino, de su retorno.
Fragmentos del poema Burn Norton de Eliot, en la propia voz del poeta, se escuchan mientras contemplamos la imagen de un viajero anónimo en el aeropuerto. Su oreja, para ser exactos:
“ El tiempo presente y el tiempo pasado
están quizá presentes los dos en el tiempo futuro
y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado.
Si todo tiempo es eternamente presente
Todo tiempo es irredimible.
Lo que podía haber sido es una abstracción
que queda como perpetua posibilidad
solo en un mundo de especulación
Lo que podía haber sido y lo que ha sido
apuntan a un solo fin, que está siempre presente
Hay eco de pisadas en la memoria
allá por el pasadizo que no tomamos
hacia la puerta que nunca abrimos
a la rosaleda. Mis palabras tienen eco
así, en vuestra mente
Pero con qué propósito
agitar el polvo en un búcaro de pétalos de rosa,
no lo sé”
Soto agita el polvo, revelándonos el eco de pisadas en un pasadizo nunca tomado. Si lo que podía haber sido palpita siempre en el presente, lo que podía haber sido -para hacer eco de las pisadas de Eliot en esta película- está presente en lo que es, que simplificado y mal dicho es de lo que se ocupa el documental.
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IV.
Mientras transcurre el viaje, Taborda recuerda anécdotas familiares, intrascendentes: un talonario de una rifa que nunca vendió, la prima de la que sigue enamorado, la empleada del hogar con la que tuvo una relación, a su hermana Gloria que lo llevaba a ver películas muy raras en la Cinemateca El Subterráneo de Medellín donde iba gente tan rara como ella. Recuerdos que siempre aparecen escritos sobre la imagen. Recuerdos que hacen de él una persona como cualquier otra, alejándolo de cualquier asomo de singularidad.
En el último tercio de la película aparecen videos caseros grabados por él mismo y por sus familiares y amigos. Conocemos su habitación, sus paredes decoradas con carteles y afiches de la iconografía de la izquierda colombiana y latinoamericana; lo vemos bailando y bromeando en fiestas familiares. Videos caseros que refuerzan el tono menor y anecdótico de toda la película, y en los que intuimos a un joven vital, familiar y simpático. Y a una familia de clase media como tantas. Una normalidad fracturada por su desaparición y que su regreso busca de alguna manera remediar.
Estos videos caseros inscriben a Parábola del Retorno en el terreno incontestable de lo que ha sido. Imágenes hechas con vocación de documento, de ser un recuerdo más en el álbum familiar, que ahora la memoria -fantasía- convierten en los hilos de una urdimbre documental.
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V.
Hablando del ensayo cinematográfico dice Antonio Weinrichter en El cine de no ficción. Desvíos de lo real:
“ También él rechaza la suficiencia y las pretensiones de totalidad del documental expositivo clásico; también en él se trata menos de hablar del mundo real desde la objetividad que de ensayar un juicio en el que lo esencial, como decía Lukács, “no es la sentencia sino el proceso mismo de juzgar…
…también es un formato libre de prescripciones temáticas o formales, que rompe las antiguas divisiones de lo documental y lo imaginario y combina todo tipo de elementos pues está obligado a encontrar un objeto nuevo para dar cauce a su discurso reflexivo; y también él es un formato a-genérico, que utiliza recursos propios para alumbrar una forma intransferible, que no sirve de “modelo genérico””
[Weinrichter, pág 89]
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Un texto al final de la película nos revela la ilusión de lo que hemos presenciado: la película está dedicada a Wilson Mario, desaparecido definitivamente el 23 de noviembre de 1987 en la carretera Medellín – Bogotá. Este artilugio parecería situar a Parábola del Retorno en los dominios de un juego formal, producto de una licencia narrativa más propia de la ficción que del documental. Sólo tras ponerla en relación con 19º Sur 65º Oeste y La Gran Cicatriz, descubrimos que no es así. En las tres películas Soto gravita alrededor del mismo tema: los efectos que ha tenido en una familia el desenlace de la participación política de dos de sus miembros, en el contexto de la guerra sucia y la intolerancia política. Una suerte de diario donde el director consigna el modo como esta familia vive, recuerda y reelabora los episodios que la realidad colombiana ha llevado hasta sus casas.
Parábola del Retorno puede leerse como una entrada más en ese diario personal y familiar. Viéndolas en conjunto entendemos que quien viaja en esta última no es Wilson Mario: es Soto en clave autobiográfica, visitando de nuevo el mismo tema, pero ahora escuchando –y haciéndonos escuchar- el eco de las pisadas en un camino nunca tomado; dándole rienda suelta, mediante un cambio de rol, al deseo del regreso de Wilson Mario. Y una vuelta más al nudo personal y familiar que intenta desatar.
Parábola del Retorno es también, como las otras dos, una rara y perturbadora especie de Home Movie de la que, como manda el género, nunca alcanzamos a descifrar todos sus códigos. Sólo destellos, fragmentos, ráfagas de sentido.
El realismo, tan caro a la idea clásica del documental, lo definió Stendhal como la imagen de un espejo que recorre un amplio camino. Ilusiona pensar que el momento que ahora atravesamos como país nos va a permitir contemplar muchos y variados reflejos en las astillas de un espejo hecho pedazos, así como asistir a la emergencia de miradas subjetivas, autobiográficas, que iluminen aspectos parciales de lo que hemos vivido.
Como parece decir otro verso de Burn Norton de Eliot, que Juan Soto omitió en Parábola del Retorno, tal vez sólo nos sea permitido conocer esos reflejos incompletos de la realidad:
“Váyanse, váyanse, dijo el ave: los seres humanos
no pueden soportar mucha realidad”
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Carlos Rodríguez Aristizábal
Comunicador Social de Univalle y Máster en Documental Creativo de la Universidad Autónoma de Barcelona.