Que mas arte que el amor, correspondencias filmicas
Por Raul Arellano Yanez
Artista Visual y curador del arte
[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]RESEÑA[/textmarker]
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Un proyecto audiovisual de Camila Rodríguez y Hermes Paralluelo.
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Robert A. Rosestone escribe en el libro Cine y visualidad que: “la diferencia entre ficción e historia es esta: ambas cuentan relatos, pero la historia cuenta un relato verdadero. Pero ¿es esta verdad una verdad literal, una copia exacta de lo que tuvo lugar en el pasado?” (p.57). En base a este enunciado describiré a grandes rasgos el trabajo de dos jóvenes artistas contemporáneos que se han unido para crear una obra individual. El proyecto se titula Qué más arte que el amor, correspondencias fílmicas y propone la exposición de una serie de trabajos audiovisuales realizados por la artista colombiana Camila Rodríguez y el artista español Hermes Paralluelo, mientras han mantenido y vivido una relación laboral y sentimental a distancia. Los artistas toman como punto de partida el trabajo del escritor argentino Julio Cortázar, utilizando como base la estructura narrativa de su novela Rayuela como referencia para la construcción de su propia obra. En esta obra, Cortázar juega con la subjetividad del discurso narrativo enfrentando al lector a una multiplicidad de posibles finales. Estrategia que estos dos artistas han incorporado en su obra; que según la propuesta de los propios autores es: “una obra audiovisual que toma partida de un nuevo movimiento emergente en Colombia que se suma al denominado cine expuesto, el cual sale de las salas de cine y busca nuevos espacios para ser visto en galerías de arte y museos en respuesta de algunos cineastas que se ven ignorados por la industria y el mercado cinematográfico”.
Considerando que estos dos artistas proponen la desmaterialización individual de su propio cuerpo de obra, y consigo crear una obra que los relaciona entre sí como una reflexión frente al medio y del género audiovisual, propongo una breve revisión al capítulo donde Jacques Rancière en el Malestar de la estética, haciendo una crítica al régimen estético del arte, esboza la idea de la: (…) «asignación de un “propio” impropio al cine (como) una forma específica de exclusión de lo impuro, es decir (…) de la estética como régimen del arte, régimen de la indistinción del arte y las artes”. (p.105). Dentro de esta observación sobre la pureza de las artes o de las integraciones de las artes, si es que las hubiere, cabe decir que de hecho las hay, pero siempre se expresan bajo premisas de la teoría, el estudio o la investigación en el amplio campo de definiciones con el fin de clasificar y segmentar la producción del devenir de una disciplina dada por la organización de enunciados, hipótesis y teorías que delimitan e incluso limitan el ejercicio de su práctica. Véase entonces la relación entre cine comercial y cine experimental, véase a fin de cuentas televisión y medios de masa para comprender la delimitación de géneros o prácticas, de inclusión y exclusión; ¿dónde quedaría esta realización audiovisual propiamente tal, si en este caso, el amor es amor y el arte es arte?.
Se ha escrito que el cine o el género cinematográfico vendría siendo un género impuro que se apropia de la pureza de otros medios y otros cruces del arte; sin embargo, se puede zanjar la discusión si dejamos está práctica como medio interdisciplinario, o mejor aún, si lo entendemos como arte o práctica artística. Entonces los autores estarían dando cuenta de una obra artística. En Que más arte que el amor, correspondencias fílmicas, estos dos artistas describen que había llegado un momento donde: “las palabras ya no eran suficientes, entonces pensaron que las imágenes y el sonido podrían volverse correspondencias”; lo que hace de esta obra el cruce entre la intimidad de estos dos artistas y la relación que existe en la construcción de esta obra y las artes propiamente tal. Esto a partir de la construcción narrativa no-lineal del medio audiovisual que incorpora al espectador en este relato y una estrategia que nos remite al género clásico de la literatura epistolar, como hace referencia este texto; al no existir otra manera de decirlo, emerge entonces el arte como acontecimiento. En esta obra los artistas mezclan relatos, imágenes, animaciones, que van desde la abstracción a la figuración y de la figuración a la abstracción según cual fuese su recorrido, invitando al espectador a construir su propio ordenamiento del relato, al modo del escritor argentino Julio Cortázar en su obra Rayuela; referente metodológico para la construcción de esta obra. Haciendo además referencia al género epistolar, cuya forma de expresión tradicional es el texto que comúnmente conocemos como carta o correspondencia (hoy en día mejor entendido como correo electrónico o e-mail, incluso chat), pero desplazándolo a lo audiovisual a partir de una serie de videos a modo símil de capítulos aleatorios. Abordando entonces esta estrategia que asume la disposición de esta obra en la sala de exhibición e invitar al espectador a configurar su propia lectura y unión de los acontecimientos, (re) creando una nueva estructura narrativa, en diversas posibles entradas y salidas de la propia obra.
Cuando hablamos de arte contemporáneo y del tipo de manifestaciones contemporáneas dentro del arte y desde la crítica, lo hacemos no para referirnos simplemente a la producción más reciente de obras a lo largo de la historia, sino a cierto tipo de práctica marcada por la reflexión y el cuestionamiento frente a un medio propio del campo de las definiciones y prácticas dentro del arte y la cultura. En este sentido, el trabajo de Camila y Hermes indaga sobre una estética de la temporalidad, del cambio y las posibilidades; de la abstracción y de la ambigüedad de las formas a partir de lo que estos artistas han denominado como correspondencias fílmicas que son, en lo concreto, una obra en video que forman parte de una serie de trabajos audiovisuales que tienen su origen en una relación laboral y sentimental a distancia que ambos artistas establecieron durante un periodo de tiempo. Está construida partir de fragmentos que permiten introducirnos a una realidad en particular sin necesariamente gravitar en lo que se denomina neorromanticismo low tech, del modo que describe José M. Santa Cruz en su libro Imagen Sintética, estudios de cine contemporáneo lo cuál “niega tanto la discursividad de esta modernidad virtualizada como la materialización de la ideología de lo técnico en el mundo, a través de un pesimismo ante sus formas de producción cultural, de ordenamiento social y económico, de sus maneras de deshistorización y construcción de subjetividad” (p. 125). De este modo ambiguo de la interpretación de la imagen, estos dos artistas recurren también a la animación produciendo formas que van de la abstracción pura a lo figurativo en función de la delimitación de las funciones estéticas y figurativas y del arte mismo, en este caso, del simbolismo y representación del discurso bajo una estética epistolar, género propio de la literatura clásica que diluye la frontera entre medios o géneros, entre prácticas y disciplinas. En otros trabajos Camila Rodríguez ha utilizado el “diario personal” como un marco para la creación de un mundo ficticio obtenido a través de la subversión psicológica de los espacios cotidianos basados en parámetros de lo creíble y lo sensible, es decir, de lo cierto en cuanto la realidad nos afecta y nos desafecta; nos forma y nos transforma; y también de la documentación de los acontecimientos de la cultura; también de los enfrentamientos referidos a lo político y social que afecta a gran parte de Sudamérica; sin embargo, estos dos artistas han desarrollado con una potente carga emotiva una poética que les permite tener y exponer su visión frente a los acontecimientos sin dejar de lado la intimidad y sensibilidad propia de su trabajo. Por ejemplo, anteriormente en su obra “Anahi”, Camila Rodríguez construye un video en plano fijo de una niña colocada en el lado derecho de la pantalla detrás de un vidrio que se empaña y se desempaña, mientras se escucha la voz de su madre en una contestadora telefónica con disculpas de no poder estar ahí; ¿es acaso lo más profundo de las relaciones de lo humano lo que interesa a estos dos artistas?, ¿la relación entre lo presente y la ausencia, entre el estado de búsqueda y encuentro que aborda la sensibilidad de la obra de estos artistas, y de las propias carencias de la ausencia, el deseo, y el anhelo propio del malestar de la cultura por medio del romanticismo que en ellos inunda?.
Para este proyecto, Camila y Hermes abordan el cruce creativo constituido por su propia individualidad y lenguaje, su propio modo de comunicar a través de la exhibición de esta obra artística. De esta manera nos exponen sus pensamientos, sentimientos y emociones frente al propio quehacer artístico bajo un título tan alusivo como: Que más arte que el amor, correspondencias fílmicas. Asumiendo la desmaterialización de sus propios recursos autorales de individualidad y de los propios planteamientos del arte, haciendo propio el discurso narrativo no-lineal del soporte audiovisual frente a los acontecimientos y el desarrollo de su práctica, sea esta discursiva, sea esta por medio de estrategias simbólicas o de su desarrollo práctico. Nos proponen un relato, o correlato entre arte y convergencias, entre modo y práctica, entre cruces de fronteras y posturas frente al desplazamiento del soporte audiovisual dentro del medio artístico, ofreciéndonos múltiples entradas y salidas de lectura y relectura; al mismo tiempo que nos dan orientación para comprender que al referirnos al arte contemporáneo, no solo hacemos referencia al arte que se realiza en el momento actual, sino que el concepto nos permite caracterizar un tipo de práctica marcada por la reflexión crítica, el cuestionamiento y el pensarse asimismo desde un punto de vista material y discursivo en relación con el propio campo de las definiciones y prácticas dentro y fuera del arte. Que más arte que el amor, correspondencias fílmicas plantea una pregunta al límite de las definiciones y estructuras lógicas dentro del arte, formulando una estrategia que permite entradas y salidas para comprender nuestra relación con estos mecanismos de creación; del mismo modo que nos relacionamos con el medio, con nosotros mismos y con el propio campo de las definiciones.