René Rebetez y La magia: el desplazamiento de la ciencia ficción literaria hacia el desbordamiento del continente latinoamericano. Un ritual de archivo (1)
Por ReginaTattersfield
Universidad Autónoma de México
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Durante los años sesenta y principios de los setenta, la reflexión teórica cinematográfica en América Latina elaborada desde estas mismas coordenadas, se escribió en gran medida desde la labor de enunciación que la práctica cinematográfica realizaba como una especie de inscripción crítica encriptada en la subjetividad política emancipada desde los movimientos sociales de las naciones latinoamericanas.
El constructo de la autorrepresentación –uno de los desplazamientos que articulaba esta noción de nuevos sujetos políticos, habitantes de la gran patria imaginada desde el Río Grande hasta la Patagonia, tanto en las categorías de análisis y crítica, como en escritura y producción fílmica– hacía un intento por desactivar la dimensión colonial producida por el eurocentrismo epistémico que hasta entonces producía las críticas y narraciones que dictaban las formas de representación. Una de las ideas que comenzarían a dislocar hacia esta nueva entrada era, tal y como lo declaró el Comité de Cineastas de América Latina (C-CAL) en el Acta oficial de la Constitución del Comité en 1967, hacer un cine que
contribuya al desarrollo y fortalecimiento de nuestras culturas nacionales, como instrumento de resistencia y lucha; el que trabaja en perspectiva, por encima de las particularidades de cada uno de nuestros pueblos, de integrar este conjunto de naciones(…); el que adelanta la visión continental de nuestros problemas e intereses comunes en toda actividad o frente posible, como fuente de fortalecimiento y para una más eficaz contribución de los objetivos con los que estamos identificados; y el que aborda los problemas sociales y humanos del hombre latinoamericano, situándolos en el contexto de realidad económica y política que lo condiciona, promoviendo la concientización para la transformación de nuestra historia” (2).
Es en este discurso donde también se inscribe la figura de tercer cine, acuñando el concepto desde la categoría geopolítica de tercer mundo de Alfred Sauvy en 1952, que a su vez elabora el concepto desde el término francés de tercer estado; y es aquí también desde donde se materializa para el primer mundo la manifestación de la diversidad de producciones latinoamericanas, en la lectura de tres manifiestos: La estética del hambre, 1965 de Glauber Rocha, Hacia un Tercer Cine, 1969, de Fernando Solanas y Gustavo Getino y Por un Cine Imperfecto, 1969, de Julio García Espinoza.
Al tiempo que las premisas teóricas de representación se anunciaban como posibilidad de revolución estética y narrativa, la experimentación por la diversificación política formaba los flancos de las nuevas filas del cine militante y combativo. La lectura que se presenta a continuación es uno de los primeros ejercicios que trabajan en la posibilidad de la existencia de un archivo audiovisual oculto, ocluido por un archivo fílmico que a su vez ha sido desplazado por el rigor en la operación de la memoria instituida por los estudios cinematográficos y que, desde su carácter documental, activa una lectura de registro etnográfico fílmico, portadora de un latente aparato historiográfico que informa al documento sobre su propia existencia. Este documento es la película La magia (México, 1975), escrita y dirigida por René Rebetez, escritor colombiano de ciencia ficción nacido en una finca de la sabana de Bogotá, en los alrededores de Subachoque en 1933 y que buscando regresar a Colombia en 1961, hace escala en México en donde vive por casi 25 años. Durante la primera década de su estancia en este país, Rebetez (re)activó el ejercicio literario de la ciencia ficción, primero desde su propia práctica mientras que paulatinamente la fue desalojando de la escritura hacia otros espacios plásticos y audiovisuales en proyectos colaborativos con artistas que experimentaban con los límites de las disciplinas como Alejandro Jodorowsky y Felipe Ehrenberg.
El desplazamiento epistemológico con el que Rebetez ejercía la ciencia ficción desde su llegada a México, apelaba quizá en una primera instancia al contacto que tuvo en París con Jacques Bergier y Louis Pauwels, escritores y editores de Plánete, la legendaria revista del movimiento del realismo fantástico francés que desde el cuento, ensayo y textos literarios y de divulgación científica, exponía revisiones sobre la ciencia ficción, el esoterismo, la sociología, la etnología y el futurismo. Sin embargo y en segunda instancia, la consulta de documentación hemerográfica publicada en revistas y suplementos periodísticos a lo largo de la década de los sesenta nos señala que el trabajo del escritor, ante una aparente dispersión de escritos que iban desde la crítica de arte hasta la enunciación de la experimentación con sustancias psicotrópicas y revisión de los estudios etnográficos y antropológicos, articulaba un sentido unitario estético y teórico leído posteriormente como contracultural (3). Durante este periodo, publicaba cuentos de ciencia ficción que habían sido publicados por la editorial Pájaro Cascabel (4), y escribía otros editados posteriormente por Diana (5) y por la editorial colombiana Tercer Mundo (6); también se encontraba la publicación en fragmentos del libro La ciencia ficción: cuarta dimensión de la literatura (7). Desde cierto rumbo teórico, comienza a revisar definiciones de lo fantástico, la cibernética e introduce a este espacio las primeras ideas sobre la maquinización del hombre y su posible salida desde el retorno a un origen mítico en claves que podían ser halladas en la búsqueda de una consciencia interior, vinculada con las prácticas espirituales de las razas, culturas y pueblos originarios del mundo y que, en el caso de América, estaban situados desde el Río Bravo hasta la Patagonia.
En la revisión documental de los números del Suplemento Cultural del periódico El Heraldo de México, se encuentra la publicación de “Botella arrojada al cosmos. Carta a Óscar Hurtado”, el texto que Rebetez dirige al joven escritor cubano de ciencia ficción, en respuesta a un artículo de éste último publicado un mes antes y titulado “Ciencia-ficción en Cuba. ¿Por qué los países sub-desarrollados no han de tener magníficos escritores del género?”:
El problema de la literatura fantástica y el subdesarollo (…) está en plena vigencia. Contra los que pretenden subordinar la inteligencia al subdesarrollo esgrimiremos un arma poderosa: nuestra capacidad de extrapolarnos a cualquier planeta, al pasado o al futuro, a las entrañas del microcosmos o a los oscuros laberintos del inconsciente y desde allí-desde mi punto de vista cuya perspectiva puede proporcionar una objetividad casi -marciana- haremos una crítica feroz y constructiva (…). Cada quien tiene su arma. Y en cada etapa que el hombre demiurgo (léase: revolucionario) apresura el ritmo de la historia, utiliza una distinta. Permítaseme decir que poseemos la mejor: una literatura que no respeta las fronteras, que rebasa los estrechos límites del dogmatismo y los combate. Y sé que en América Latina entera como en todo el mundo, los jóvenes escritores tienen el derecho inalienable de efectuar “mítines en los planetas”, esos no son más ahora que el reflejo (dorado o siniestro) de su propia realidad. Así pues tal vez entiendan los hombres cibernéticos que la science fiction no es escapismo: en nuestro caso es encuentro (8).
La visibilidad de ciertas claves de lectura en este texto hace posible un acercamiento casi científico desde las ciencias sociales para ensayar la posibilidad de conocer una vuelta más en el giro crítico hacia la proyección de una nueva subjetividad latinoamericana, el cual se consolidaba desde la extrapolación de los límites del aparato continental, que se activaba a partir de la gestación de una variante en los bordes de los textos de ciencia ficción francesa y norteamericana. En otras palabras, la cartografía continental, heredada en distintos momentos de colonización del territorio americano, del mismo modo en que lo hacían el nuevo cine latinoamericano e incluso otras prácticas artísticas conceptuales, podía ser desbordada desde la enunciación del tercer mundo, de la nación subdesarrollada pero también de los espacios semánticos que nacían desde el territorio de la ciencia ficción latinoamericana.
En otros artículos revisados, “Revalorización del mito” y “Coatlicue a Go-Go” de René Rebetez, el fantasma psicoindigenista (9) que atemperaba los intentos de giros políticos y étnicos de la contracultura en este momento, se manifestó en una muy específica figuración que al parecer estaba más expandida de lo que el imaginario nos traía de vuelta. Los indios de México de Fernando Benítez de 1967, señalaba una posible nación escondida detrás de los rituales que convertían a las presencias divinas en dioses contemporáneos y alimentaba un constructo que hasta hoy ha sido pocas veces revisado.
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La magia (1975)
A finales de 1968, comienza el proyecto cinematográfico de La magia (1975) (10), su primer y aparentemente único proyecto cinematográfico, el cual se monta a partir de seis registros audiovisuales con cámaras de 8 mm. Como un ejercicio literario y audiovisual, La magia narra un viaje de búsqueda a la terra incognita siguiendo un texto que a manera de guión y como voz en off atiende y disloca el contenido del libro Popol Vuh para activar una crítica a la sociedad contemporánea, haciendo visibles espacios rituales desde el Río Hudson en Nueva York hasta la región amazónica de Colombia: la ingesta del yagué en la tierra de los indígenas del río Pirá-Paraná en el Amazonas, el territorio del Vaupés; las ceremonias Vudú en Puerto Príncipe, Haití; el ritual de agua en la comunidad indígena de Tekon en la península de Yucatán; la ingesta de hongos en Huautla de Jiménez, Oaxaca con María Sabina y su nieta María Apolonia, en donde por primera vez quedan registrados los cantos de ambas; imágenes de rituales de la secta de “los hermanos encostalados” en Pacandé, y grupos indígenas barasanos y guajiros en Colombia.
El montaje que articula estos lugares, mismos que no podemos identificar hasta leerlos en los créditos que aparecen al final del filme, se pone en tensión crítica por la existencia de dos registros más: una sesión de terapia psicoanalítica impartida por del Dr. Roquet y su grupo de Psicosíntesis, en donde a los pacientes (generalmente jóvenes) se les suministran drogas psicoactivas como ácido lisérgico y metanfetaminas que prácticamente en una sesión de 18 horas, a decir del doctor, producían transformaciones psíquicas que quizá en un psicoanálisis tradicional tardarían años en ocurrir. El segundo registro corresponde a una serie de cortes en los que dos adolescentes caminan, conversan y juegan al yoyo en una acera de la ciudad de Nueva York, en una atmósfera de ruido y caos urbano.
El registro etnográfico, que sin duda puede leerse en este filme, cifra un código para entender a La magia como la producción de una crítica social desde un ensayo visual que también puede consultarse como el archivo de un indigenismo cinematográfico que se hace significativo al atender a la ficha de sus productores (tales como Nacho López, Rafael Corkidi y Antonio Reynoso) y que continúa a resguardo de la Filmoteca Nacional de la UNAM en calidad de préstamo por el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE). La magia es en principio la manifestación de una idea que se ha construido desde claves que colocan al productor primero como autor, después como etnógrafo y, finalmente, como escritor de ciencia ficción. En Rebetez es posible leer momentos de la etnografía mítica que encontramos, por ejemplo, en El país de los tarahumaras de Antonin Artaud y que ha sido desplazada desde una genealogía de indigenismos, hacia una asociación de pueblos indígenas como pasado y futuro porvenir. Su revisión nos funciona en el sentido de conocer las figuraciones de un pasado desde el presente en el aullido por un futuro distinto, una nueva forma histórica, una posible revolución que en La magia está inscrita en la figura de una geografía mítica, ficticia y elástica que denuncia un continente latinoamericano sin límites pero que sí contiene dimensiones míticas y rituales de culturas indígenas, que esta vez, sedimentan una lógica distinta en la proyección.
La magia, un documento que a la vez se investiga como archivo, condensa y, entonces, opera como aparato crítico de ejercicios teóricos, literarios y audiovisuales en los años sesenta en el binomio latinoamericano y geopolítico, quizá ficticio, de Colombia-México, y desde el cual se hace un intento por producir una genealogía de “bajos fondos” que hasta la fecha es presentada bajo como documentos-objeto en proceso.
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Regina Tattersfield
(México D.F. 1982). Historiadora del arte (UIA). Actualmente desarrolla su investigación de tesis de posgrado titulada: René Rebetez en México (1960-1971); la inscripción de un futuro posible en la subjetividad de lo indígenadesde la ciencia ficción (UNAM), donde también forma parte del Seminario de Cine Etnográfico. Su trabajo se ha desarrollado en museos, espacios culturales y proyectos artísticos institucionales e independientes desde las áreas de gestión, docencia, investigación y producción. Como investigadora mantiene un vínculo de diálogo y colaboración en el desarrollo de proyectos expositivos, editoriales y audiovisuales con artistas e intelectuales tseltales.
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1 Este artículo es un pequeño resumen de René Rebetez en México (1960-1975): la inscripción de un futuro posible en la subjetividad indígena, tesis de investigación de la Maestría en Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. 2 Fundación Mexicana de Cineastas, Hojas de cine : testimonios y documentos del Nuevo Cine Latinoamericano : Volumen I, México D.F. : Dirección General de Publicaciones y Medios, Secretaría de Educación Pública ; Fundación Mexicana de Cineastas ; Universidad Autónoma Metropolitana , 1988, p. 545. 3 Revisar la genealogía del concepto en Roszak Theodore, El nacimiento de una contracultura (1968), novena edición, Barcelona: Kairós, 2005. 4 La nueva prehistoria y otros cuentos, México: Diana, 1966, El libro de hoy, México: Diana, 1968 5 Rebetez, René. Los ojos de la clepsidra: cuentos y poemas, México: Pájaro cascabel, 1964. 6___________ Ellos lo llaman amanecer y otros relatos, Bogotá: Tercer Mundo editores, 1996 7 René Rebetez, La ciencia ficción: cuarta dimensión de la literatura , México: Cuadernos de lectura popular SEP, 1966. Considerado el primer ensayo sobre ciencia ficción en América Latina, este material formó parte de los libros de texto de las secundarias públicas de todo el país. 8 René Rebetez, “Botella arrojada al cosmos. Carta a Óscar Hurtado”. Suplemento Cultural de El Heraldo de México, responsable Luis Spota 16 de julio de 1967, p.7. El título de este artículo es explicado por el autor al inicio del texto haciendo evidente la imposibilidad de comunicación directa con los escritores de la isla. Esta carta responde al artículo “Ciencia-ficción en Cuba. ¿Por qué los países sub-desarrollados no han de tener magníficos escritores del género?” de Óscar Hurtado, Suplemento Cultural de El Heraldo de México, D.G. Gabriel Alarcón, G. Alberto Peniche, Responsable: Luis Spota, 4 de junio de 1967, p.10. El fin de este texto hace alusión al libro de Regis Debray Revolución en la revolución recientemente publicado en lengua castellana un mes antes de la publicación de este artículo y el cual Rebetez reseña en “Libros, libros, libros”, sección recién creada a partir de la nueva figura de Luis Spota como único responsable del Suplemento. En la reseña sobre este texto, Rebetez escribe: “Los “comunistas” ya no son la “vanguardia histórica” afirma Debray. Pero ¿ bajo qué forma puede reaparecer esa vanguardia”? Se pregunta después : un partido habrá de formarse a pesar y en contra de los partidos de la “retaguardia” (…) Debray intenta extraer de un estudio detallado de lo acaecido en China, en Cuba y de lo que ahora sucede en Vietnam y en algunos países latinoamericanos, la respuesta a esta pregunta”, en René Rebetez, “Regis Debray Revolución en la revolución. Fernández Retamar y la revolución cubana”, Suplemento Cultural de El Heraldo de México, responsable Luis Spota, 25 de junio de 1967, p.13. 9 Este dispositivo teórico es enunciando por la Dra. Mariana Botey, Zonas de Disturbio IV, Campus Expandido, MUAC, 2011.. La declaración de la psicodelia indigenista o psicoindigenismo como una inscripción en la que es posible reflexionar las formas de operación en la apropiación, producción y resignificación (consumo) como una marca de discurso y un sistema de representación en las prácticas artísticas, literarias, visuales y cinematográficas de los años sesenta en México, es una posibilidad que configura un momento clave en la genealogía de los indigenismos. 10 Ficha completa: Duración: 110 min, Dirección: René Rebetez, Producción: Roberto Viskin, Guión: René Rebetez basado parcialmente en el Popol Vuh, Fotografía: Rafael Corkidi, Antonio Reynoso10, Miguel Garzón, Javier Cruz Ruvalcaba, Nacho López, Edición: Francisco Chiu Amador, Compañías productoras: CONACINE, Aleph Films, Formato: 35 mm, Locación: Brasil, Colombia, México, Haití, Nueva York. Filmoteca Nacional.