Una mirada a Los Hongos desde la Radio Zudaca
Por El Zudaca (Nómada urbano)
[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]ENSAYO[/textmarker]
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Advertencia
“El cine no es un arte que filma vida, es cine, está entre el arte y la vida. El cine no es una imagen después de otra, sino que es una imagen más otra que forma una tercera, y esta tercera la forma el espectador»
– Jean Luc Godard
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Plano de Conjunto
En la sicotrópica kalikalentura, la risa loca de los días del sinsentido atrapa a los cuerpos dementes que se dan cita en las ondas sublimes de la vaguemia callejera, un estado armònico que se experimenta a partir de la mezcla desaforada de vagancia, bohemia y academia. Hace 36 años habito como urbenauta el tròpico caleño. Un territorio fragmentado por comunas, laderas, colegios, universidades, estratos, computadores mac, redes sociales, tribus urbanas, cultos religiosos, pandillas, y televisores plasma a color con Direct TV. En sus calles afromestizas convivimos en una especie de feria de las desigualdades, como un inmenso espejo donde se reflejan los desocupados frente a la obscena opulencia de los dueños del dinero, la corrupción y la política. En esas calles aletosas y tropicales, el lienzo del asfalto nos acoge para reclamar, discutir, gritar y pelear por la memoria contra la historia oficial. Una memoria urbana que también se hace de fisuras, de tatuajes, lenguajes, sonidos, diseños, letras, poemas, cuentos, malabares, performances, artes narrativas que inundan las arterias urbanas, por donde caminamos los desaparecidos, los fantasmas, los zombies y los delirantes que enfrentan al biopoder, para que se borren las desigualdades, y se difuminen las fronteras entre lo público y lo privado, y donde sea posible una verdadera justicia social, metaforizada en un palimpsesto de colores y matices, en esta patria urbana caicediana.
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Voz en off/ Subjetiva Literaria street radio
El sistema es injusto e ilegítimo. Es injusto e ilegítimo porque su desarrollo depredador condena a muerte a los seres humanos y otras especies vivas. Todo lo demás que podemos decir, no son más que las palabras y las acciones que brotan de la esperanza. De la ilusión de que nuestras acciones logren transformar el caótico paisaje de nuestro devenir.
A principios del siglo XXI, la academia univalluna me vomitó a la economía de mercado, y mientras vagabundeaba como flâneur por las arterias psikotrópicas de Kalicalabozo, mis sentidos fueron electrocutados por la rebel music y la gráfika fanzinera, de las tribus urbanas que estudiaba para mi trabajo de grado sobre las prácticas estéticas de los barristas rojos y verdes (BRS/FRV). No existía Facebook, tampoco twitter, y el Blanco y Negro te podía llevar en $500 a Pance, la gruta no había muerto, y la mechita estaba en primera. Imágenes del movimiento antiglobalización en Seattle, Praga y Génova, alteraban mi psiquis, y conocía otras formas de comunicación posible con Indymedia. Ignacio Ramonet y Noam Chomsky me invitaban a la desintoxicación de los mass media. Los zapatistas organizaban encuentros intergalácticos contra el Neoliberalismo, y alertaban sobre las 7 guerras mundiales.
Desde ese momento han transcurrido largos días y noches pletóricas de libertades infinitas alrededor de la radio experimental, la gráfika, el fushi, el vino, la ganja, el aguante en la popular escarlata, y la danza callejera sound system. Desordenados sentidos emancipatorios he hallado en este fructífero proceso de ahogarme con el perfume cósmico de Zion, de caminar por los intersticios aun no potabilizados totalmente por el SISTEMA, de encontrarme con subjetividades que apuestan a la construcción colectiva, de sembrar en el desierto esperando con violenta esperanza a que algún día llueva y germine un proyecto global de una sociedad más incluyente con las diversidades y las diferencias. Un mundo donde quepan muchos mundos con la creación de nuevas formas de vida comunitaria, en la calle, en el aire, en el espacio y en las redes. Se trata de recuperar esas palabras que dieron una batalla: Justicia. Igualdad. Libertad. Palabras que fueron incendio y deben seguir siendo chispa, un futuro deseado y posible. Hay algo aquí que está mal y que no puede estar bien. ¿Lo ves? ¡Agúzate! Time will tell.
Mientras camino, surfeo y hago parkour en la periferia, con el virus cinéfilo que padezco por ser de Univalle, la banda rioplatense La Vela Puerca, sonoriza los pasos de la radio zudaca, con este mantra rockero: “Soy de la ciudad, con todo lo que ves, con su ruido, con su gente (…) y no puedo evitar el humo que entra hoy, pero igual sigo creciendo (…), no voy a imaginar la pena en los demás. Compro aire y si es puro pago mucho màs. (…) No voy a tolerar que no tengan fe, que se bajen los brazos, que no haya lucidez. Me voy volando por ahì …»
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Primer Plano
En el paisaje gòtico tropical de la calicalentura, a mitad del año 2013 se llevó a cabo el rodaje del proyecto cinematogràfico: “Los Hongos”, una película dirigida por Òscar Ruìz Navia, y estrenada en el segundo semestre del 2014, con una campaña de promoción y difusión desde las redes sociales, donde sus protagonistas reivindicaban otras narrativas diferentes a la salsa city marketing, que disfraza las atrocidades que ocurren cotidianamente en este platanal.
Papeto (Òscar Ruìz Navia) me invito a participar como radialista junto a destacados soldiers urbanos de las crews de graffiti y street art de nuestra cartografía, como Pulpa, Mario Wize, Repso, Mesek. M79, Kontra y Fuzil, quienes siempre en su trabajo han enarbolado la bandera ideológica de la autogestión preñando de sentidos colectivos y cosmovisiones los muros de la urbe, con un lenguaje innovador que replantea los usos del espacio público desde el derecho cultural a la ciudad que todas y todos tenemos como activistas de la imaginación. Un contrapoder semiótico al discurso hegemónico, corporativo y estético de la publicidad, que nos invade tanto en la nube digital como en el gris asfalto.
La ciudad como organismo viviente, que nos intoxica y contamina con su multiplicidad de signos y símbolos, que emergen en los muros a través del grafitti y el nomadismo atávico de sus tribus urbanas, de jóvenes actores naturales que tienen una manera especial de ver el mundo, fue el punto de partida de Oscar Ruíz Navia para convocarnos a la cofradía de su laboratorio cinematográfico – Contravìa Films -, desde su mirada de autor, desde su mundo (como en su anterior película el Vuelco de Cangrejo) que “está lleno de imperfecciones, de seres humanos de carne y hueso, no de héroes ni nada de eso», porque “El cine no tiene que ser de las grandes vedettes, puede hablar de cosas cotidianas para hablar de nuestro mundo de una manera sencilla. Lo Hongos surge de un punto de vista muy personal sobre Cali. Es una mezcla de recuerdos míos con cosas que van a suceder, pero no sé muy bien cómo va a terminar, porque está en una especie de abismo, enmarcada en la cultura del street art, el parkour y el skate».
La invitación de Oscar Ruíz Navia a un punto de encuentro entre la ficción y la no ficción, con la radio experimental y pèrformativa como conceptualización de la comunicación alterativa, significó para mi espíritu colaborativo y solidario como gestor de narrativas desde la autogestión con proyectos fanzineros, un aprendizaje enorme de las potencialidades que tienen la creación de las artes y el trabajo en redes de la escena cinematográfica colombiana.
En sus detallados planos, Los Hongos elabora inquietantes universos narrativos, que piensan al cine como un lenguaje de transgresión y ruptura, frente a las formas como hemos sido tradicionalmente educados para el olvido por la caja binaria de la telepolis, la voracidad de la industria y su formato prediseñado. Los Hongos estimulan desde su propuesta autoral, a cuestionar las dinámicas de la sociedad del espectáculo, las formas como se gobierna esta ciudad desde los poderes colonialistas que tienen los gamonales.
Los Hongos se arriesgó a pensar la ciudad sin retórica populista, a través de sus actores naturales y no profesionales que hacen la crítica del orden establecido para abrirle nuevos campos de acción a la expresión, a la libertad, a la marginalidad, al disenso, a las voces y a los cuerpos silenciados, reivindicando un verdadero arte público que escenifica la producción artística y las estéticas sociales, desde una dimensión profunda de lo político: su dimensión cultural de la cual suelen carecer las políticas públicas, que en Cali no existen en el ámbito de las artes callejeras.
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Fade out
Por eso pensar la ciudad, desde el arte cinematográfico es aportar un escenario para el mutuo reconocimiento, que abre la política a una mayor y más profunda participación democrática, para la ciudad que habitamos, sin importar la condición económica y social. Fotogramas con la imaginación ficcional del cinematógrafo y las texturas experimentales del graffiti, que son la luz de la chispa que no instauran otro orden. No incendian, pero iluminan e inspiran, porque de la indignación nace la voluntad de compromiso con la historia, pues quien resiste lo hace porque tiene un resto de vida y de esperanza, y quien persiste, no ha perdido algunas convicciones básicas, y quien insiste muestra que sigue considerando algunas cosas como válidas y vigentes. Nunca más guardaremos silencio en esta ciudad. Destroy Babylon System. Nos vemos en las barricadas.
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Harold Pardey Becerra alias El Zudaca
Comunicador Social de la Universidad del Valle. Investigador, escritor y gestor cultural de Laboratorio de creación colectiva con culturas urbanas y Radio Zudaca en la ciudad de Cali, Colombia.