Yamid Galindo Cardona _ Revista VisajeCali: sinfonía de ciudad en clave alegre y represiva
Por Yamid Galindo Cardona
Licenciado en Historia
Universidad del Valle
[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]ENSAYO[/textmarker]

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Introducción

El texto parte de la experiencia del encierro y las posibilidades encontradas ante la coyuntura que vivimos en Cali a mediados de este año. Es una bitácora que recurre al hecho noticioso y a las redes sociales con una visión del mundo que se va esclareciendo ante las notas y la “fresca” memoria que se ubica en tiempo y espacio para dilucidar dudas, y asumir responsabilidades ante la escritura y organización de cada título con su respectiva microhistoria. Le conforman partes independientes dentro de la estructura narrativa, y unidas ante los acontecimientos que subyacen a cada situación en esa bola de fuego ciudadana de resplandecientes sueños y luchas.
Este documento es una “sinfonía en clave alegre y represiva”, un viaje cotidiano que lo puede ir ubicando en sitios de reconocimiento sociocultural con estatuas caídas y resignificadas; con menciones simbólicas al color patriotero de nuestro país; en el trayecto callejero de un reconocimiento pausado del estallido social; o recordando nuestras angustias con la canasta familiar; finalmente, con el diario y la nota de un agite virtual denunciante.
Las imágenes mentales son muchas, las escogidas pocas, opera un gusto particular por enfocar una línea de reconocimiento ante el acontecimiento y sus desbalances, los que seguramente el lector encontrará y sabrá reubicar en su cotidianidad.

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Pedestal sin estatua

Una vuelta al oeste de Cali avizoró los cartones en el asfalto -como si se tratara de un rompecabezas- de la estatua ya caída del conquistador Sebastián de Belalcázar, allí habían participado unos ciudadanos muy dolidos por la caída de su ídolo, y en ceremonia casi religiosa y, en círculo cerrado, pusieron al hispano de papelón que no logró soportar los envites del viento de las cuatro, y al suelo fue a dar. Otro acto había sucedido el 28 de abril de este año cuando indígenas del pueblo Misak decidieron protestar a través del derribo de esta mole, su dedo, tan quieto señalando el camino al mar sobre las alturas, quedó en el suelo como símbolo de resistencia señalando al oriente. ¿Cómo operó el dispositivo de la memoria? Muy variado, crítico y animoso, como baile al estilo caleño en procesión decembrina, con montajes que vinieron creativamente para demostrar que la tradición de una estatua fiel al estilo y homenaje conservador de nuestros gobernantes, subyace en contradicción a una imagen representativa de la ciudad con el crisol narrativo que eso conlleva sobre la peana vacía.

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Una bandera descolorida vuelta al revés

Ese tricolor nacional de la bandera colombiana jugó en varios bandos al acontecer de los hechos ocurridos en Cali entre abril y junio de este año pandémico. En los ires y venires de caudales de gentes que se paseaban desde la Avenida las Américas con sus banderas derruidas de un panamericanismo rancio, hasta la calle quinta en las inmediaciones de la loma de La Loma de la Cruz, a la que va todo el mundo, como invoca la canción. La vi tal cual ondeante en listones, camisetas, motos, carros, y bicicletas; ensangrentada en una foto que protegía inerte el cuerpo de un joven, como si mucho pudiera hacer por resucitarlo de las balas. Así, cada quien, usándola al sentir del momento, desde el festivo en los primeros días de despliegue ciudadano, hasta el melancólico en los ajustes policiales. También estuvo ondeante en los cuerpos militares que nos “asistieron” en la toma de la ciudad y la región vallecaucana, como si nos estuviéramos independizando del centro capitalino bogotano que nos envió los aviones Hércules atestados de efectivos: los de civil, los de uniforme, una cosa con la otra al golpe de dados. Ya se habían ganado muchas causas, inclusive la de sacar al presidente del estudio televisivo pro-covid a la realidad de los acontecimientos: asustado, escondido, y rechiflado en el barrio Alameda.

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Si por la quinta vas pasando

Salir a recorrer la ciudad después de las diversas acciones comunes, conlleva a vislumbrar los espacios que ya de por sí habían sido rotulados ante los acontecimientos sociales y políticos en que nos habíamos enfrascado con el gobierno. Paredes pintadas de mensajes directos vueltos consignas populares, y el sentir ciudadano y cotidiano que fue silencioso y bulloso según la situación en que estuviéramos ubicados ante las angustias laborales y reales del cambiante entorno inundado por las noticias que nos fueron llegando. Era real, los jóvenes parqueados en un retén improvisado sobre la calle 5 con carrera 13 a pleno medio día a inicios de junio, obligaban a los vehículos que iban hacia el sur, a buscar otra salida subiendo por el barrio San Cayetano en dirección a la circunvalar; allí en plena esquina, como novato de la coyuntura, vi un ciudadano sacar su celular para registrar la situación y tomarle foto a la pancarta que arengaba por la muerte -la noche anterior- de uno de los suyos en la resistencia del oriente de la ciudad. Muy ofuscados corrieron en gavilla hacia el señor que asustado quiso esconder su celular, era simple, querían que borrara las imágenes tomadas de una realidad ajena su acontecer, y asustado ante tanta juventud, cedió ante el pedido.

Así estaban los ánimos, disputas, y sospechas, todos involucrados, así no quisiéramos. Más adelante, azotando el inclemente pavimento caliente de la calle, grupos organizaban las actividades de esa tarde: culturales, festivas, y marcadas por el duelo triste de la caída de otro joven cercano a la atmósfera política y alegre que fue esa “loma de la dignidad”. Sí, una vida más ante el cálculo desproporcionado de los francotiradores; y como repetición, volvimos al caos ante la caída de los “hombres de negro”, y las correrías persistentes de las batidas cotidianas de bolillo y fusil con destino indescifrable.

De regreso, a las 9:00 pm., una fogata servía de tranca para que los vehículos no pasaran de sur a norte por las inmediaciones del Colegio Santa Librada. Casi a oscuras, y sin parte del alumbrado público, una pila de motos parqueadas sobre la 15, indicaba que un grupo de personas andaban de rumba. En el segundo piso de una vieja casa, se escuchaba el coro de Rubén y Willie: “Todo es según el color del cristal con que se mira”.

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Sin huevos, pero con ganas

Los bloqueos en el Valle del Cauca hicieron escasear algunos productos de consumo habitual. Así llegó el mensaje enviado por los ministros desde su centro de operaciones en la base de la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suarez. Imposible el aterrizaje de aviones con insumos en el Palmaseca, así como las tractomulas que, atestadas de productos, los estaban perdiendo. Todo oscuro, caótico, y desolador. “Compren por cantidades, que se vienen las penurias, ve”, retumbaba como eco, y tenga: se acabó primero el papel higiénico, los huevos y las harinas, le siguieron las verduras, algunos enlatados, la gasolina, y de a poco las carnes, hasta que pasó lo impensable, no hubo más huevos -así literalmente-, se sufre, como dice un crítico de arte. Y ante los hechos no hubo quiebre, así se percibiera que las vueltas y apoyos hacia “las primeras líneas” fueran disminuyendo, estrategia de guerra en terreno que funcionó. La misma estrategia que fue dirigida hacia los ciudadanos del sur con sus “camisas blancas” territoriales para que armaran sus corazones y manos contra la Minga Indígena, los estudiantes y todo aquello que se moviera por fuera de sus modos de pensar en el jardín del sur de sus autodefensas.

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Diario del acontecer en redes

Ante los toques de queda, las redes sociales funcionaban como fuero libre de disputa informativa, así la censura llegara sin mediaciones. Dejamos de postear nuestros encuentros cotidianos, para enterarnos del presente con don José Alberto Tejada y su Canal 2, algunos corresponsales internacionales que “olieron” la situación y entregaron informes, y aquellos independientes que funcionaron como estrategia del abanico que facilitó entender otra narrativa. Este apartado tal vez funciona como diario del acontecer en redes, que individualmente fuimos organizando según nuestras capacidades informativa. Una cadena poderosa que seguramente fue conectando diversas posibilidades de entender lo que nos pasaba, mientras que el llamado helicóptero “Halcón” de la policía – que en diciembre pretende hacernos sentir seguros con villancicos en sus parlantes – nos trajo en las noches de resistencia su constante sobrevuelo acompañado de sus pares militares, con reflectores que llegaban hasta nuestros patios: un ir y venir buscando “insurgentes” en los límites de una ciudad encerrada.

 

Finalmente

En medio de la información y los acontecimientos diarios, la virtualidad seguía siendo un eje vinculante a nuestras actividades laborales, saltando a nuestras pantallas una imagen que algunos de nuestros estudiantes ubicaban como mensaje directo al hecho mismo de estar inmersos en clases como si afuera no pasara nada: “Estoy en clase mientras nos asesinan”, “Qué difícil estudiar mientras matan a mi pueblo”. Todo escalonado a las situaciones que fueron apareciendo en algunas universidades donde las posturas de algunos profesores pasaron el límite de aceptación y discusión que se daba por el paro nacional, y que obligaba por responsabilidad del contexto, al debate y conversación con un alto en el camino de los temas de curso.

CALIWOOD ARDE: pasamos la escena de los ecos de febrero de 1971 y bordamos los desarraigos de abril, mayo y junio del 2021. Si no asimilamos las luchas que se dieron, las derrotas sufridas, y los avances alcanzados, no descubriremos los desafíos que representan estas nuevas ciudadanías surgidas de nuestros entornos y organizaciones sociales. El camino es largo y susceptible de cambios, los veremos en medio de la constante lucha que deviene de las necesidades poco conocidas en esas muchas ciudades caleñas que desconocemos.
¡Cali sigue ardiendo en medio de la brisa!

 

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Yamid Galindo Cardona
Escribo desde la experiencia y el gusto por traer lo que opino de una situación que viví en Cali durante «el largo verano de la pandemia» que nos trajo la protesta social. Soy historiador del cine colombiano, interesado en la vida e historia de las imágenes en movimiento, en su estudio, investigación y enseñanza. Bloguero en: https://historiasencine-y-filo.blogspot.com/