Jerónimo Atehortúa ArteagaLos ombligos de Lars Von Trier
Por Jerónimo Atehortúa Arteaga
[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]ENSAYO[/textmarker]

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Tras la muerte de uno de los miembros insignia del partido republicano estadounidense en 1954, William Hays, la prensa dio a conocer un curioso dato: Hays, el ex director de la Motion Pictures Producers and Distributors of America, organización encargada, entre otras cosas, de salvaguardar la moral de las películas de Hollywood para garantizar su distribución mundial, era propietario de una extensa colección de fotografías de ombligos. El dato, que habría sido solo de color, tuvo un barniz escandaloso debido a que Hays fue justamente quien implementó el código de autocensura de Hollywood, conocido como “Código Hays”, que entre sus exóticas normas, que fueron ley para el cine estadounidense por casi tres décadas, incluía una que causaba especial sorpresa por su banalidad: la prohibición expresa de exhibir ombligos en pantalla. Al parecer, y según manifestó su ex esposa, Hays consideraba los ombligos material “pornográfico” o sumamente estimulantes en materia erótica (1). Con lo cual queda claro que aquello que constituye pornografía para alguien, para otro puede ser un asunto absolutamente indiferente.

Cito la anécdota de la muerte de Hays porque justo después de ver las cinco horas del grandilocuente relato sexual de Lars Von Trier, Nymphomaniac, no dejo de preguntarme ¿Qué es lo que Von Trier considera pornográfico de su película? ¿Acaso son las escenas de sexo, que por lo demás están filmadas de manera similar a como lo hiciera en otras de sus películas a las que no llamó pornográficas?

A ello se le suma la dimensión “polémica” introducida por todo el autobombo de la película que se anuncia a sí misma como una obra iconoclasta; en cada nota de prensa de Nymphomaniac que se lee, se encuentra en algún lugar, así sea al pasar, la manoseada palabra “polémica”. Con lo cual, la película genera una expectativa desmedida y predispone al espectador a un experiencia que en el menor de los casos debería sacudirlo. “Pornografía y polémica”, ¡qué combinación! En una sociedad que parece haber perdido la capacidad de sorpresa, Von Trier promete que el mundo no será de nuevo indiferente al cine y que regresaremos, al menos con su película, al tiempo del buen Will Hays, en el que las películas conservaban el poder de escandalizar a la sociedad (2).

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Polemica Nymphomaniac _ Lars Von Trier
Nótese que gran parte de los artículos hablan de polémica antes de que la película se hubiera estrenado.

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Sin embargo, el más reciente “escándalo pornográfico”, del autodenominado mejor director del mundo, más que cumplir con sus promesas deja dudas ¿En qué radica la polémica de la película? Y ¿en qué consiste su pornografía? Porque es como si ellas se hubiesen quedado atascadas en la puerta del cine, porque entre la pantalla y el espectador ni el escándalo ni la pornografía se desatan; a no ser de que estemos hablando, en el primer caso de un espectador sumamente pacato y sensible, y en el segundo de un caso de pornografía naïve desprovista de cualquier poder.

Y es que la palabra “polémica” lleva un poder performativo que nunca deja de asombrar. Cada vez que un medio la menciona, en ese mismo instante nace. Por ello para que exista polémica no hace falta ningún tipo de dialéctica o controversia, basta identificar ciertos asuntos “tabú”, de un catálogo más o menos obvio (en este caso el más obvio entre los obvios, el sexo), ponerlo en evidencia y listo: la polémica aparece. Este término, a fuerza de su uso indiscriminado, se ha convertido en en una expresión devaluada que, paradójicamente, conserva el poder de generar una actitud autómata; donde quiera que se mencione el lector/espectador debe escandalizarse, sonrojarse u ofenderse. Es como si el término generara motu propio un estado de alerta frente a ciertos temas que deberían generar escozor, no se sabe muy bien por qué.

La pornografía en Nymphomaniac también pareciera ser una simple estrategia de Marketing, porque a diferencia de otras palabras como “escándalo” y “polémica” ella carece de ese poder performativo; no aparece con solo mencionarla. Ella requiere de una descontextualización radical de la imagen, de una carnadura, de una mirada, de un deseo y, por qué no, de cierta revulsión. Porque si vamos a llamar una película pornográfica por recurrir a ciertos motivos o procedimientos de este discurso audiovisual, deberíamos extender este calificativo a gran parte las imágenes que consumimos todos los días, televisión, publicidad, videoclips… (3) Quepa aclarar que si se desdeña a la pornografía, desde cierta mirada feminista, es por cuestiones políticas, no morales, pues la pornografía configura una mirada masculina, excluyente y violenta en la que la mujer no participa de la calidad de sujeto, y este no es el caso de esta película, pues por mucha crueldad que encontremos en ella, y en muchas películas de Von Trier, es innegable que el director danés ha creado algunos de los personajes femeninos más complejos que el cine nos haya dado.

Entonces, en todo este movimiento que acompaña la película, solo puede verse cálculo. Porque algo está claro, Lars Von Trier, además de ser uno de los directores más interesantes de nuestro tiempo, tiene capacidades como vendedor, que en el último tiempo han terminado por superar su genio artístico.

Pensemos en las escenas sexuales de Nymphomaniac. Ellas en realidad son mecánicas, frías, desprovistas de goce, están muy lejos de ser eróticas o pornográficas, al menos en el sentido común de la palabra. En cambio hay que ver el placer, y la calidez siniestra que se esconde tras los pasajes en los que Joe (Charlotte Gainsbourg) es golpeada, vejada (la mayoría de las veces bajo su consentimiento). Es ahí donde se encuentra el verdadero goce de Von Trier; estos momentos tal vez sean “sus ombligos”, porque finalmente “Nymphomaniac” es el itinerario de una mujer en busca de placer, que transita del amor edípico a la sexualidad mecánica, para finalmente encontrar en el dolor físico y el autodesprecio el placer real.

nymphomaniac-volumen-1-imagenLa pornografía la mayoría de las veces es violencia enmascarada de goce sexual, de ahí el gran mérito de la película: invertir la operación encubriendo el goce sexual como violencia, generando un juego altamente productivo para el espectador. No por nada el cine Von Trier se ha caracterizado por tener protagonistas femeninas a quienes hace pasar verdaderas ordalías filmadas con un perturbador sentido estético.

De todos modos esas imágenes de tortura y crueldad a pesar de su importancia, ocupan un metraje menor en la película. Sigue existiendo la sensación de que la pornografía, si la hay, está en otro lado. Es decir, una película no es porno por tener escenas de sexo explícitas, así ellas sean importantes. Todo lo que el relato gane de terreno es una pérdida para lo pornográfico. Dicho todo esto queda preguntarse ¿Cuáles serán realmente esas imágenes que para Von Trier ocupan el mismo lugar que los escandalosos ombligos de Hays?

Ello llevaría a concluir que si Lars Von Trier ha afirmado que su película es pornográfica, es solo para provocar a los espectadores y críticos que en el pasado lo llamaron misógino (a raíz de su película Anticristo), y dejar claro que él está más allá del bien y del mal. Sin embargo, quisiera darle un poco más de crédito al director (no tendríamos por qué desconfiar de sus declaraciones), y concluir que es posible que Nymphomaniac sea pornográfica pero no en el sentido que uno esperaría.

Para ello es bueno tomar el concepto de pornografía de Slavoj Žižek. Para él la pornografía es la imagen que lo revela todo; es un discurso donde todo está a la vista (4), y Lars Von Trier parece tomar ese mismo dispositivo para construir su película, no solo en su representación del sexo y la violencia, sino también en la manera en que le da estructura. En un gesto de autoconciencia extrema (¿brechtiano?), a veces molesto, Nymphomaniac deja todo al desnudo, exhibiendo sus hilos, sus fuentes, sus referencias y sobre explicándolas con cierta prepotencia.

La película procede con una implacable lógica de pensamiento concreto, antimetafórica y antipoética en el mismo acto en el que se explica así misma sistemáticamente. Si alguno de los personajes en un diálogo evoca una imagen, ella aparece de inmediato ante el espectador. En este sentido Nymphomaniac en su montajes es muy similar a la serie animada Family Guy donde todo lo dicho enseguida encuentra su doble en la imagen. Cada mito de referencia, cada digresión, cada chiste o reflexión es explicada y subrayada hasta el cansancio por Von Trier.Entonces, al igual que en la pornografía, con este dispositivo de todo a la vista, Von Trier intenta generar placer, pero no sexual, sino intelectual. Ahora, en toda pornografía el espectador debe pagar un precio por verlo todo, ese precio es la pérdida de cualquier identificación emocional como pasaría con el resto del cine. En Nymphomaniac el precio que debe pagar el espectador por ver cada retazo con el que está construido el argumento es la pérdida de cualquier posibilidad poética.

El gran problema acá es que el compendio de datos que expele la película es tan trivial que al final caben dos posibilidades: o hemos sido timados por una vulgar campaña de marketing que nos vendía una película que no puede cumplir lo que promete, por la simple razón de que sus promesas son desmesuradas, producto de una personalidad megalómana, o, hemos asistido a una pornografía intelectual en la que el único goce es onanista y procede de la complicidad de observar a su director que desnuda los hilos de su relato para posar como todo un genio erudito.

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Jerónimo Atehortúa Arteaga
Director de cine, y guinista egresado de la Universidad del Cine (Buenos Aires). También abogado de la Universidad Externado de Colombia. Ha realizado los cortometrajes: Los gatos del botánico, (documental, 2010), Deán Funes 841 (2011) y Naturaleza muerta (2013). Codirigió el mediometraje Tres muertos (en postproducción). Sus proyectos han participado en los festivales de cine de la Habana, cuba y Mar del Plata. Escribe como colaborador del periódico el Mundo de Medellín, y publicó el libro Aproximación a los estudios de derecho y cine. En 2013 fue seleccionado en el Talent Campus de Buenos Aires, Argentina. Actualmente vive en Buenos Aires donde se desempaña como realizador audiovisual, cursa una Maestría en Dramaturgia en el IUNA, el Laboratorio de Cine dictado por Martin Rejtman y Andrés di Tella, y prepara su primer largometraje.

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1 BARBA, A., & MONTES, J. (2007). La ceremonia del porno. Barcelona, Editorial Anagrama.
2 De hecho en algunos países lo logró. La película fue censurada en Turquía. http://www.telegraph.co.uk/culture/film/film-news/10674892/Turkey-bans-Nymphomaniac-over-nudity.html 
3 Al respecto el libro The Porning of America” estudia como el discurso pornográfico ha cooptado en EEUU a los demás discursos audiovisuales convirtiéndose en el modelo de articulación de los mismos.  También la película Don Jon (Joseph Gordon-Levitt, 2013) se preocupa por mostrar cómo la pornagrafía ha invadido cada uno de los rincones de nuestra vida. 
SARRACINO, C., & SCOTT, K. M. (2008). The porning of America: the rise of porn culture, what it means, and where we go from here. Boston, Mass, Beacon Press.
4 ŽIŽEK, S. (2000). Mirando al sesgo: una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular. Buenos Aires, Paidós.