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Mujeres ausentes: Audiovisuales históricos sobre la explosión del 7 de agosto de 1956

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Mujeres ausentes: Audiovisuales históricos sobre la explosión del 7 de agosto de 1956

IDENTIDAD_Mujeres ausentes:
Audiovisuales históricos sobre la explosión del 7 de agosto de 1956

Por Javier Peña Ortega & Paula Pino López

INVESTIGACIÓN

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Introducción

Cuando el exmilitar Gustavo Camargo Eslava compartió su testimonio sobre la formación militar en la década de 1950 para el audiovisual El 7 de agosto: Un documental sobre la explosión del 7 de agosto, no sólo describió cómo se entrenaba a los militares, sino que resaltó la construcción de una masculinidad asociada a la fuerza física, la violencia simbólica y la oposición del hombre a la mujer. Ser hombre, mujer, esto o aquello, es una discusión vigente en Colombia, principalmente, porque hace falta revisar las posturas marcadamente androcéntricas presentes en todo tipo de formatos. Aunque existe una conciencia histórica de un otro femenino, aún abundan la participación de mujeres en una posición accesoria y mínima en muchos audiovisuales.

En la historia de todos los pueblos existen eventos que nos regresan a un sentimiento de orfandad. Este sentimiento se repite con cada tragedia que golpea a Colombia. En 2005 fue el desbordamiento del río de Oro en Girón (26 muertes,); en 1999 el terremoto de Armenia (1185 muertes); en 1994 el desbordamiento del río Páez en Belalcázar (1000 muertes); en 1987 el deslizamiento de Villatina en Medellín (500 muertes); en 1985 la avalancha de Armero (25000 muertes); en 1983 el terremoto de Popayán (300 muertes); en 1979 el terremoto de Tumaco (450 muertes); y en 1956 la explosión de Cali (2000 muertes). El 6 de agosto de 1956 se parquearon seis camiones del ejército cargados de dinamita en el oriente de la ciudad de Cali, los cuales explotaron afectando 40 manzanas de los barrios Santander, El Porvenir, San Nicolás, El Hoyo, El Piloto y Jorge Isaacs. De todos los anteriores desastres, se realizaron audiovisuales que buscaron una mayor comprensión de los eventos, haciendo una traducción particular de la realidad y escenificando las emociones sociales. Los audiovisuales dieron un sentido social que permite entender la resiliencia humana.

Entendemos los audiovisuales como fuentes documentales que comparten las mismas convenciones formales atribuidas al género no ficticio, las cuales aportan un valor simbólico de credibilidad, el cual analizaremos en la sección de discusión. Para el presente artículo, se tuvo en cuenta el repertorio audiovisual de cinco documentales: Cali: ayer, hoy y mañana, (1995), La noche del fin del mundo (1998) , El 7 de agosto. Un documental sobre la explosión del 7 de agosto (2002), Tragedia en Cali: explosión 1956 (2011), Una Madrugada Explosiva de la colección Viajes a la Memoria (2012); y un testimonio audiovisual: Cali, según el padre Alfonso Hurtado Galvis: La explosión del 7 de agosto de 1956 (2013). Los anteriores, se caracterizan por presentar un relato histórico donde se ofrecen explicaciones sobre hechos y procesos asociados a la explosión sucedida el 7 de agosto de 1956 en Cali.

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El audiovisual y el género desde la antropología visual

A partir de 1975 la antropología renovó su interés por considerar el audiovisual, no sólo como procedimiento para la investigación en ciencias sociales, donde se vincula inseparablemente con la metodología etnográfica; sino como un enfoque crítico que invita a hacer una reflexión sistemática de la recepción de los discursos audiovisuales de los filmes y la fotografía. Sin embargo, es hasta comienzos de los años noventa cuando se hicieron evidentes las tensiones entre realidad e interpretación, lo que conllevó a cuestionar la construcción de su objeto de conocimiento y las diferentes estrategias de representación. Es decir, la antropología visual permite dos grandes acercamientos al audiovisual: generar audiovisuales como objeto antropológico o emplear los textos audiovisuales preexistentes como documentos que permiten hacer una investigación (Grau, 2012). La segunda opción es el ejercicio que proponemos en este artículo. Es necesario aclarar que diferentes disciplinas tienen como objeto de su estudio la producción audiovisual, pero lo que respecta a este texto, empleamos un enfoque antropológico porque nos permite entender la construcción de los imaginarios colectivos, su intertextualidad y las representaciones culturales sobre la explosión sucedida en Cali el 7 de agosto de 1956.

Hermanas distribuyendo alimento a los damnificados. Tomada de El Relator,1956

Hermanas distribuyendo alimento a los damnificados. Tomada de El Relator,1956.

A través de las producciones audiovisuales, entendidas como dispositivos, se comunican códigos culturales como roles de género y clase, que derivan en anclajes de significados (femeninos, masculinos, etc.). Cada género audiovisual constituye una comunidad ideal de consumo, el público elige concretamente el documental en busca de argumentos que constituyan la verdad o verdades que de él se desenlazan. Los códigos androcéntricos son recibidos por el público, quien los decodifica y significa en la inscripción de lo masculino, reprimiendo lo femenino. Lo anterior se evidencia en las imágenes que acompañan diariamente nuestra cotidianidad, las cuales obedecen a modelos culturales de vieja data y a nuestras propias construcciones mentales. El relato principal del audiovisual se forma con correlatos objetivos de eventos que se narran en una jerarquía de discursos, los cuales reproducen nociones de tradicionalidad y esencialismos de los valores sociales (Febrer, 2014), tales como los hombres heroicos y las mujeres víctimas abnegadas.

El audiovisual tiene un protagonismo como soporte en los temas históricos. Todo audiovisual histórico tiene implicaciones no sólo en su público sino en el oficio de los realizadores y en el trabajo de quienes se dedican a las ciencias sociales. Consideramos que todo conocimiento es parcial y posicionado, de esta forma se leerán los argumentos de los audiovisuales que presentan a personas esencializadas y atemporales. El documental no es sólo el reflejo de la realidad, sino lo que refracta y debe ser consciente de las distorsiones que evoca la memoria.

El presente documento pretende un análisis de género, más que feminista, en un sentido amplio. Nos centramos en las mujeres ausentes y en los hombres protagonistas de los eventos sucedidos posterior a la explosión. Las situaciones derivadas, tienen la característica de estar relacionadas con una población de escasos recursos que se encontraban en los barrios Santander, El Porvenir, San Nicolás, El Hoyo, El Piloto y Jorge Isaacs que fueron víctimas y damnificadas en los años cincuenta.

Nota de prensa de El Relator del 13 de agosto de 1956

Nota de prensa de El Relator del 13 de agosto de 1956

Partimos de la tesis que los guiones audiovisuales se construyen en el presente para el futuro (Montero y Paz, 2013:165), entendemos que su producción es contingente al momento que se hizo. La explosión del 7 de agosto en Cali es un hecho cultural, que transmite un mensaje para la sociedad actual, el cual es significativo no sólo para quienes lo vivieron, sino para las generaciones que habitan los barrios creados posterior a la explosión como Aguablanca, Bueno Madrid y la Unidad Residencial República de Venezuela. Los audiovisuales revisados corresponden a los años 1995-2013 y se enmarcan en el esquema planteamiento-nudo-desenlace. Lo anterior evidencia que la lectura y elección de los testimonios utilizados, los cuales no representan a todas las mujeres, o mejor aún, las entrevistas, subvaloran el rol activo de las mujeres en los eventos posteriores a la explosión. Teniendo en cuenta que no existen finales abiertos en los documentales, las historias analizadas concluyen con un silenciamiento de las acciones de las mujeres, de su capacidad de resiliencia. La memoria que se construye a partir de éstos finales, en suma, adquiere un simbolismo que desfavorece las representaciones sociales y culturales, refuerzan el estereotipo de la mujer pasiva y el hombre activo ante los desastres.

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Los audiovisuales.
Damas pudientes” que arreglan la ropa donada para el uso de los damnificados. Tomada de El Relator, 1956.

«Damas pudientes” que arreglan la ropa donada para el uso de los damnificados. Tomada de El Relator, 1956.

Decidimos empezar nuestro análisis con el reportaje de Ramón Carthy Tragedia en Cali que está presente el audiovisual de Ospina (1995) Cali, ayer, hoy y mañana, porque es un audiovisual hecho en la década de 1950 y nos sirve como referencia para los audiovisuales posteriores. En el audiovisual se hace un recorrido por las ruinas que dejó la explosión del 7 de agosto, donde se aprecia a una comunidad mixta ayudando a los heridos, retroexcavadoras removiendo escombros, ambulancias que transitan, el daño del cementerio, y finalmente el dolor de los caleños representado por tres mujeres llorando la tragedia.

Los testimonios recuperados sobre el suceso ocurrido el 7 de agosto de 1956, corresponden en su mayoría a discursos masculinos. El audiovisual Tragedia en Cali: explosión 1956 comienza con una voz en off masculina, que cuenta brevemente el suceso. En un segundo momento se presenta la entrevista de dos hombres: Víctor Hugo Vallejo miembro de la Academia de Historia del Valle y Harvey Escarria el hijo de Nano Molina. Vallejo describe las dinámicas que sucedían antes de la explosión; y Escarria señala el homenaje musical que realizó su padre una semana después del suceso, consistió en la canción Lamento Caleño que fue censurada en el régimen de Rojas Pinilla por presuntamente causar suicidios en la población debido a su temática nostálgica. Luego se presentaron testimonios de ciudadanos del común de Cali, con el fin de evaluar el conocimiento que tienen de la existencia del barrio Agua Blanca, pues este nació gracias a la solidaridad nacional e internacional, para ubicar a la población afectada por la explosión. En el audiovisual sólo una mujer fue partícipe con su testimonio.

En el audiovisual Una Madrugada Explosiva de la colección Viajes a la Memoria, La Huella de una Nación inicia nuevamente con una voz en off masculina que narra la explosión. En el audiovisual se destaca el apoyo en fotografías de la época para describir lo ocurrido, y rememorar la Cali del ayer. El fotógrafo estadounidense Stephen Ferrystifen hace parte de la narración, su llegada a Colombia se debe a la curiosidad surgida por la foto del sacerdote Hurtado (quien camina entre las ruinas y aparece una cruz de fondo). La fotografía está tomada en contrapicado, es una representación masculinizada y enmarcada por la religión, una muestra del poder de los años cincuenta. En la narración, guiada por Stephen, se reconstruye una Cali antes de la tragedia del 7 de agosto, y para ello, entrevista al investigador Edgar Vásquez, al ingeniero civil Claudio Borrero, al fotógrafo periodista Nils Bonge, al ex director del Hospital Universitario de Cali Alfonso Ocampo; a los miembros del Cuerpo de Bomberos de Cali Francisco Andrade y Harold Delgado; y por último a Alicia Ordoñez sobreviviente y habitante del Edificio República de Venezuela. Bonge relata el ejercicio de su profesión captando la tragedia con su cámara. Ocampo se remitió a las ayudas médicas realizadas en el hospital, sin embargo, a pesar de reconocer la gran solidaridad de la población no se mencionan las enfermeras y estudiantes de enfermería de la Universidad del Valle que participaron en el evento. No obstante, hace mención a las acciones del cuerpo de bomberos. Los bomberos fueron filmados en la Estación, con uniformes nuevos, relatan las acciones realizadas de ayuda a las víctimas. La señora Ordoñez relata los momentos posteriores a la explosión, su testimonio es filmado en su espacio doméstico reforzando el estereotipo de mujer víctima asociada a los quehaceres del hogar.

Decidimos incluir en nuestro análisis el testimonio audiovisual Cali, según el padre Alfonso Hurtado Galvis: La explosión del 7 de agosto de 1956 producido por el El País, para analizar la recurrencia del discurso del sacerdote Hurtado en todos los documentales. Éste testimonio en particular, corresponde a la última entrevista cedida por el sacerdote captada en formato audiovisual. En su testimonio es evidente cómo la vida del sacerdote, su relato sobre el evento y su calidad de testigo autorizado generaron el discurso más repetido en los audiovisuales realizados. La memoria, que en algunas ocasiones es esquiva y se transforma, en la narración del sacerdote se consolida en una. Al compararla con el documental del director Giraldo (1998) vemos como el orden de las palabras en el testimonio sigue siendo el mismo con el paso de quince años, las anécdotas y el tono se mantiene, reforzando una única historia reiterativa. Entre las anécdotas se relata la aparición de un “señor en calzoncillos” que decide quitarse la vida, al saber que no pudo realizar su función de hombre, el rol masculino de protector de su familia. “La muchacha reventada” corresponde a una segunda anécdota de una mujer pariendo, que pierde la vida junto a la recién nacida, en ella se ilustra la acción pasiva de madre, que muere asfixiada, y el sacerdote la bautiza en su acción activa. El discurso del sacerdote, se convierte entonces, en el leitmotiv de todos los audiovisuales que trabajaron el tema, lo cual sentencia en su afirmación “ya yo me voy a morir, pero esto queda para la historia de Cali”.

El audiovisual El 7 de agosto: Un documental sobre la explosión del 7 de agosto, se estructura en tres momentos: antes, durante y después del acontecimiento; en el antes utiliza como hilo conductor el correlato de una comunicación epistolar apoyada con imágenes de recorridos; en el durante, se emplean testimonios, efectos sonoros y visuales; en el después, hay un número mayor de testimonios, imágenes de prensa y archivos fílmicos. En el documental participan cuatro hombres y dos mujeres. Los testimonios masculinos son los del bombero Humberto Ascione, el sacerdote Alfonso Hurtado Galvis, el soldado Nelson Jaramillo Velasco y el zapatero Gonzalo Zapata Castaño los cuales se colocan en el centro de la narración como fuentes de autoridad, es decir, se privilegia la información del soldado, el sacerdote y del bombero para narrar las causas y los efectos de la explosión. Estos testimonios tienen en común que remiten al sacerdote Hurtado quien se convierte en el mayor protagonista. En cuanto a las mujeres participan dos con su testimonio, Alicia Ordoñez Correa y Offir Londoño Acosta, ellas se limitan a relatar lo percibido por ellas al momento de la explosión, su participación se anula al no preguntarles sobre la situación de Cali antes de la explosión, las posibles causas de la explosión y sus repercusiones en la sociedad.

Mujeres distribuyendo alimentos a los damnificados. Tomada de El Relator 1956.

Mujeres distribuyendo alimentos a los damnificados. Tomada de El Relator 1956.

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El documental La noche del fin del mundo de la colección Rostros y Rastros del director Alexander Giraldo, genera efectos de sentido y percepción de unos hombres protagonistas. El sacerdote Hurtado, filmado en contrapicado, es el mayor protagonista y a su voz le suman efectos sonoros que aumentan la veracidad de sus expresiones. En contraste, una mujer entrevistada en un plano voyeur, narra la explosión y es agradecida al recibir una de las casas prefabricadas que fueron donadas en el barrio aguablanca. Los hombres controlan la narración haciendo que la historia de la explosión suceda en torno al discurso del sacerdote. No es el propósito de este artículo debatir los argumentos del discurso de Hurtado, pero teniendo en cuenta la información recuperada en prensa, hay muchas inconsistencias en lo presentado. Para enumerar algunos está: el señalamiento de la inexistencia de Industrias Militares – INDUMIL que según el sacerdote no existía, pero se registra en los documentos notariales como la empresa que fabricó la dinamita de la explosión; la imposibilidad de calcular el conteo de 3725 cráneos al ser descargados por una volqueta en una fosa común lo cual contrasta con la información oficial de 1097 muertos ; o la aseveración que fue testigo ocular en el batallón Pichincha de la expulsión de los camiones a descampado, cuando en el proceso de investigación se encontró que los camiones no se detuvieron en este lugar sino que su recorrido fue directamente al batallón Codazzi.

Todo este tipo de audiovisuales, persisten en la dominación masculina en tres puntos: se asumen las acciones relacionados con el sexo, se mantiene una visión sesgada de los hechos y la reglas de la narración de la producción audiovisual ubican al hombre como protagonista. Así pues, se mantienen las convenciones, proporcionando un narración verosímil sin una negociación real de los roles de género. Por tanto, los documentales nos muestran, habitualmente a hombres heroicos en posiciones de control y mujeres subalternas que narran su victimización.

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Discusión

Siguiendo la perspectiva de Bourdieu (2003), los discursos androcéntricos son producto de estructuras fuertemente arraigadas en el lenguaje. En el lenguaje audiovisual encontramos una distinción clara entre lo masculino y lo femenino, oposición desigual que privilegia el uno sobre la otra, las cuales producen excluyentes valoraciones éticas, estéticas y cognitivas.

Las diferentes tramas narrativas presentes en los documentales se focalizan en un discurso, el del sacerdote Hurtado, quien traslada al público a un espacio y tiempo determinado: una explosión hace 60 años dónde los hombres fueron los protagonistas. Es importante resaltar que los ciudadanos de Cali estuvieron fuertemente arraigados por la moral de la religión impartida por la iglesia. Aún ahora, la veracidad de los sacerdotes es tenida en cuenta. Es fácil suponer, que por ello se le dio mayor veracidad al discurso del sacerdote Hurtado, ya que debido a su práctica oratoria desde un púlpito y el reconocimiento de las personas de Cali, sumado a que fue capellán del batallón, proporcionó una verdad creíble de un suceso que para gran parte de la comunidad caleña permanece irresuelto.

Se encontró participación de diferentes actores sociales entrevistados en los audiovisuales, bomberos, soldados, sacerdote, obreros, etc. con la nula presencia de, por ejemplo, enfermeras, quienes están presentes en las fotografías del 7 de agosto, pero que se hacen invisibles en los videos. Esta perspectiva narratológica evidencia un proceso de articular una historia masculina, a través de un lenguaje audiovisual sesgado.

Los anteriores audiovisuales son un reflejo claro de cómo un fenómeno histórico puede ser representado desde una acción pasiva femenina y una acción activa masculina. Es decir, la reiteración del protagonismo de los roles masculinos que narran las situaciones del tiempo y el espacio político de Cali, sobre los femeninos que se quedan en lo anecdótico y familiar de carácter doméstico.

Fotografía de mujeres de la Cruz Roja Internacional preparando alimentos para los damnificados. Tomada de El Relator, 1956.

Fotografía de mujeres de la Cruz Roja Internacional preparando alimentos para los damnificados. Tomada de El Relator, 1956.

Cabe preguntarse, por qué es común, entre los realizadores de los audiovisuales reseñados, hacer del relato histórico de la explosión del 7 de agosto con una mirada masculinizada. Diferentes realizadores en distintos años coinciden en reconstruir el evento de la explosión desde una mirada masculina. Es fácil suponer que los diferentes realizadores no tenían como propósito la producción desde esta mirada sesgada, sin embargo, es evidente como se privilegió una mirada y no se indagó lo suficiente para encontrar correlatos donde las mujeres asumen un rol activo en las distintas acciones que se realizaron por la resiliencia de las personas y la zona afectada.

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A manera de conclusión

Para finalizar, queremos recordar que los audiovisuales adquieren un simbolismo que posibilita las representaciones culturales. Encontramos en los audiovisuales analizados en este corto artículo que proyectan una imagen de la mujer vista desde la hegemonía de la dominación masculina. Es decir, los audiovisuales anteriormente reseñados permiten una relación clara entre texto e imagen, al mismo tiempo, que es contradictorio que la relación no establezca una igualdad de roles en la capacidad de resiliencia tanto de hombres como mujeres que participaron en los eventos posteriores a la explosión. Los roles que se asumen son tradicionales, el hombre (bombero, militar, sacerdote) asume un lugar de posesión y control del espacio; y la mujer se presenta como sumisa y pasiva que acepta su rol de víctima y agradece a Dios y al Estado por atender su situación de damnificada. Se hace entonces necesario encontrar un audiovisual sobre la explosión que aborde la diferencia de género valorando equitativa, la relación de las mujeres resilientes, que careciendo de hombres y con escasos recursos sacaron adelante sus familias; de enfermeras que salvaron vidas y menguaron el dolor de las víctimas; y mujeres que participaron en la recuperación del sector afectado por la explosión. Hay un elemento importante que es recurrente en la prensa de la década de 1950 pero que no aparece en los documentales, y es Maria Eugenia Rojas, hija del presidente Rojas Pinilla, quien lideró la Secretaría de Acción Social y Protección Infantil – SENDAS para la reconstrucción y reparación de los damnificados por la explosión (Ayala,1999).

Nota de prensa de El Relator, 10 de agosto de 1956.

Nota de prensa de El Relator, 10 de agosto de 1956

Podemos afirmar que la perspectiva de género es relevante en los estudios audiovisuales, ya que permiten a la comunidad académica fortalecer las investigaciones sociales para construir un conocimiento más preciso de sus objetos de estudio. De la misma manera, comprobamos que existen audiovisuales que emplean, ya sea en la producción, difusión y percepción, recursos que excluyen a las mujeres silenciando o relegándolas a un papel secundario de la narración.

Para concluir, hay que señalar que perviven discursos androcéntricos en los medios audiovisuales que sesgan la manera como se abordan temas históricos donde las mujeres jugaron un papel protagónico, y, por tanto, se hace necesario que los realizadores audiovisuales tengan en cuenta la perspectiva de género en sus producciones. Desentrañar los modelos de producción desde esta perspectiva, puede cambiar el modelo de comunicación hegemónico masculino vigente.

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Javier Peña Ortega
Antropólogo, Coordinador del Semillero de Investigación Alografía del Programa Antropología de la UNIAJC

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Paula Pino López
Estudiante investigadora del Semillero Alografía y Representante estudiantil de la Facultad de Ciencias Sociales Humanas de la UNIAJC.

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Bibliografía

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Fuentes Primarias

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.– Publicaciones periódicas

El Relator. Santiago de Cali, 1956.
El País. Santiago de Cali, 1956.

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– Audiovisuales

Garcés, A. (2002) (director) El 7 de agosto. Un documental sobre la explosión del 7 de agosto. [documental]

Giraldo, A. (1998) (director) La noche del fin del mundo. En la colección Rostros y Rastros [documental]

Ministerio de Cultura de Colombia (2012) (producción) Una Madrugada Explosiva. En la colección Viajes a la Memoria, La Huella de una Nación. [documental]

Carthy, R. (reportero) Tragedia en Cali. En Ospina, L. (1995) Cali: ayer, hoy y mañana [documental]

El País (2013) (producción) Cali, según el padre Alfonso Hurtado Galvis: La explosión del 7 de agosto de 1956. [Testimonio audiovisual]

Zapata, D. (2011) (director) Tragedia en Cali: explosión 1956. [documental]
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Fuentes Secundarias

Ayala, Diego (1999) La explosión de Cali: Agosto 7 de 1956. En Revista Credencial Historia 117.

Bourdieu, P. (2003) La dominación masculina. Barcelona: Anagrama.

Febrer, N. (2014) Género y sexualidad en el arte contemporáneo.
Técnicas de feminización audiovisual. En Dossiers Feministes, 18. pp. 209-226.

Grau, Jorge (2012) Antropología Audiovisual. Reflexiones teóricas. En Alteridades 22 (43) pp. 161-175

Montero, J. y Paz, A. (2013) Historia audiovisual para una sociedad audiovisual. En Historia Crítica No.49 pp.159-183.

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1 El presente texto hace parte del proyecto de investigación En busca de la memoria perdida: Cali 7 de agosto de 1956 presentado por los semilleros de investigación Alografía y Arte y Ciudad de la Institución Universitaria Antonio José Camacho.
2 Antropólogo, coordinador del semillero de investigación Alografía.
3 Estudiante investigadora del semillero Alografía.
4 En el texto de Ayala (1999) menciona diez camiones, sin embargo, basados en la información recuperada en prensa de El Relator y El País de la década de 1950 consideramos que la cifra es de seis camiones.
5 Premio al mejor director en el Festival de cine Cienmilimetros.
6 Premio de periodismo Alfonso Bonilla Aragón.
7 Se entiende como audiovisual histórico a un discurso racional que muestra un pasado, producto de una narración grabada y transmitida por medios mecánicos, electrónicos o digitales. (Montero y Paz, 2013)
8 El Colombiano, Explosión en Cali, Recuperado del sitio web (Marzo 2016): http://www.elcolombiano.com/historico/g_aniversario_cali_ag6-DVEC_AO_4285738
9 El Relator, 10 de agosto de 1956.
10 Declaración extrajuicio rendida en el Juzgado Primero Civil del Circuito de Cali por el Chofer Pablo González en El Relator, 14 de agosto de 1956.
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