IDENTIDAD_Siembra. Las Raíces en movimiento
Por Valentina Marulanda
Comité Editorial Revista Visaje

[textmarker color=»F76B00″ type=»background color»]RESEÑA[/textmarker]

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Santiago de Cali es una ciudad crisol en donde, para bien y para mal, se han fusionado los aspectos más bellos y poéticos de las diferentes culturas que la habitan, con los más atroces y desoladores del contexto de un país. Por el conflicto armado, a esta ciudad han arribado familias enteras víctimas del desplazamiento y traen consigo además de toda su riqueza cultural, la dureza y el dolor que muchas veces dejan en el cuerpo y los recuerdos las razones por las que han tenido que abandonar sus territorios. Además, se han visto forzados a habitar las márgenes de una ciudad que no conocen para re-construir sus casas, sus vidas, sus familias; a incorporarse a un sistema que los excluye y que muchas veces los re-victimiza.

Esta ciudad crisol, aunque no de manera explícita, es el escenario en el que se desarrolla la historia que cuenta Siembra, el largometraje dirigido por Ángela Osorio y Santiago Lozano. Su protagonista es Turco (Diego Balanta), un hombre que añora regresar a la tierra que tuvo que dejar en el Pacífico para salvar su vida y la de su hijo Yosner (José Luis Preciado), un joven bailarín que ve en la ciudad un futuro posible.

Al inicio del film, la tensión entre padre e hijo es evidente. Turco tiene la responsabilidad de sostener económicamente el hogar y Yosner es un joven que disfruta bailar, estar con sus amigos y asistir a las fiestas nocturnas que se organizan en el barrio. Sin embargo, esta tensión se disipa pronto con la muerte del joven, quien se convierte en una víctima más de las absurdas retaliaciones entre grupos que ven en las armas y la violencia una forma de pasar el tiempo. La muerte de este personaje es retratada con una belleza inusual: primeros planos nos muestran sus movimientos enérgicos, acompasados y llenos de vitalidad; pero de pronto, con los beats de la música, llega el silencio. Yosner es asesinado bailando, y quizá como un temible guiño a la realidad, nunca sabemos quién lo hizo, ni por qué. Su muerte da un punto de giro a la historia, pues con una lacerante ironía, rompe el deseo del padre de regresar a su tierra, iniciando para este un tormentoso camino de duelo, una búsqueda que al final lo terminará guiando por un camino de auto-descubrimiento.

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SIEMBRA foto fija (2)

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En los minutos siguientes, acompañamos a Turco en la azarosa travesía de buscar los medios para darle sepultura al cuerpo de su hijo. Una acción consuetudinaria se ve obstaculizada por la carencia de recursos y por una burocracia inconmovible. Paralelamente, también es acompañado por la poética ritual con la que se despide a los muertos en regiones del Pacífico colombiano, sintiendo y cantando los lamentos a través de los ritmos abisales e hipnóticos de los alabaos. En el deambular del protagonista por esa ciudad ajena, tratando de hallar la manera de enterrar el cuerpo de su hijo, se da el viaje de Turco en el que ocurre la transformación. Movido por el dolor y la impotencia, durante varios días recorre calles y lugares tratando de encontrar los recursos, a veces tratando de olvidar y a veces tratando de encontrarse a sí mismo. Pronto se da cuenta que el tiempo no da espera, se debe completar el rito y el cuerpo de su hijo debe volver a la tierra. Ante la urgencia y con el dolor de la pérdida, Turco decide y comprende que el lugar en el que está, también puede ser su lugar, el de su familia y el de su hijo.

Siembra ha sido descrita como una película sobre el desarraigo. Este término en algunas de sus acepciones, tiene que ver con “arrancar de raíz una planta”; “separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos”. Si bien el trasfondo de la historia de los personajes tiene que ver con haberse visto forzados a marcharse del territorio donde “están sus raíces” y habituarse a una ciudad y unas condiciones diferentes y marginales, lo que se desarrolla en la película enseña otra faceta de este difícil contexto. Siembra también nos habla de la posibilidad de adaptarse, de encontrar un lugar propio. La tensión inicial entre Yosner y el Turco planteaba un dilema generacional que mostraba esto: el hijo, que también había nacido y crecido en el lugar donde “están las raíces”, había encontrado su lugar en la ciudad, sentía que allí pertenecía y no tenía interés en volver. El padre, por otro lado, no veía otra opción, debían volver a la tierra de la que paradójicamente, habían huido para salvar sus vidas. En el film se plantea una situación en la que la muerte, el dolor, lo ritual y lo musical se convierten en movilizadores para superar la desesperanza o la pérdida. Siembra es una película que se vio nutrida por un arduo trabajo de investigación llevado a cabo por los realizadores (Osorio y Lozano), Juan David Velásquez (Director de fotografía de la película) y Carlos Hoyos, cuando todos eran estudiantes de comunicación social en la Universidad del Valle.

Como contó Lozano a Revista Visaje: “En ese trabajo de grado (…) empezamos con la inquietud alrededor del tema del desplazamiento y a entender qué significaba esa palabra “desplazado”, esa idea del desarraigo como un duelo suspendido, que era precisamente ese sentimiento el que tenían que enfrentar las personas desplazadas en la ciudad, y que era de alguna forma también el obstáculo que permitía poderse adaptar también a la ciudad, esa sensación de no pertenecer. Esa sensación de no pertenecer también respondía a una imposibilidad de haber cerrado la puerta, porque la exclusión ha sido de una forma abrupta. Toda esa investigación luego cayó en un primer guion (hecho) a ocho manos donde exploramos unos personajes, concentrándonos mucho en las historias de vida de los personajes reales con los que habíamos hecho el trabajo de investigación”.

Este proceso se vio nutrido también por otras experiencias de los realizadores en proyectos documentales como Viaje de Tambores, en el que continuaron explorando el interés por las comunidades afro, su cultura y sus artistas. Este documental, según nos contó Ángela Osorio:

“De alguna manera tiene una temática común con Siembra, y es la idea de cómo Cali es un territorio que está hecho por otras culturas y cómo la cultura que viene del Pacífico transforma esta ciudad constantemente (…) gran parte de la producción cultural, incluso hasta la producción cultural comercial está permeada por todo eso que de alguna manera viene del campo. Creo que, a partir de ahí, empezamos a generar ese interés en eso otro que de alguna manera estaba configurando también la ciudad, y por conocerlo un poco más. Ahí se juntó la idea, la coyuntura del desplazamiento, toda esa reflexión que salió de un proceso de investigación para un trabajo de grado y cómo se mezclaron como esos dos elementos: la tensión de la ciudad, pero también la reflexión del desplazamiento como una migración que se queda en el limbo”.

A través de este trabajo documental, los directores conocieron a quienes más tarde serían parte fundamental del elenco de la película, como su protagonista Diego Balanta (Turco) e Inés Granja (Celina). Aunque no fueron seleccionados inmediatamente para sus roles, haber compartido con ellos en esas otras experiencias posibilitó a los directores el trabajo creativo de la construcción de los personajes basándose sus rostros, sus formas físicas, pero también ciertos elementos de carácter.

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Inés Granja o Celina en Siembra.
Inés Granja o Celina en Siembra.

“Cuando iniciamos el proceso de casting, nos dimos cuenta que esas personas que de alguna manera habían sido referentes, en los que habíamos pensado como una forma física o de pronto algunos aspectos de carácter, en definitiva eran las personas ideales para interpretar esos personajes; y terminamos armando un grupo con el que teníamos una confianza dada, por trabajar con ellos desde hacía muchos años y eso permitía generar con cada uno de ellos un nivel de confianza muy fuerte que nos permitiera, de un lado y del otro, hacer un trabajo con el que nos sintiéramos bien”, nos contó Ángela Osorio.

Con un trabajo impecable de fotografía y dirección de arte, en los que se optó por trabajar la imagen en blanco y negro y por re-construir todo un albergue a las afueras de la ciudad para usarlo como set de grabación, Siembra es una gran apuesta cinematográfica local que buscó abordar un drama conocido en el país y vivido por miles de personas, desde el cuerpo, las voces, los cantos y los silencios de sus personajes para hablar del dolor de la pérdida, la incertidumbre, el desamparo…pero también de una dignidad profunda, de amor por la cultura propia, de respeto por lo ritual y de fortaleza. Cuenta esta difícil realidad a blanco y negro con la intención de que el público se concentre en la historia, en lo que transmiten los personajes, en lo mágico y onírico de una experiencia ritual que trasciende el lamento y moviliza. Y muestra además una forma de hacer cine en la que estos directores buscan tener cierto grado de inmersión en los lugares y con los personajes que trabajan; con respeto por lo que hacen, por la vida cotidiana, la cultura y costumbres de la gente en las comunidades porque consideran que es una parte fundamental del tipo de cine que producen.

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Valentina Marulanda

Comunicadora Social de la Universidad del Valle. Miembro del Comité editorial de Revista Visaje.